Hong Kong sigue corriendo hacia el abismo. Los cotidianos disturbios han cumplido 18 semanas y hoy ha amanecido sin el ritmo de la vibrante capital financiera de antaño: la mitad de las paradas de metro cerradas y muchos de los centros comerciales que concentran la oferta lúdica con la persiana bajada. La jornada ha transcurrido sin sorpresas, con una manifestación pacífica que pronto ha roto en vandalismo y provocado los fragorosos enfrentamientos entre la policía y los jóvenes radicales. Al anochecer se había clausurado ya toda la red del suburbano y la tensión continuaba en varios puntos de la isla de Hong Kong y Kowloon.

Los enfrentamientos han ganado virulencia y en la última semana se han contabilizado los dos primeros heridos de bala. Los agentes dispararon cuando estaban siendo golpeados por grupos de violentos en situaciones que la policía ha descrito como de grave amenazas para su vida.

La jefa ejecutiva, Carrie Lam, se sirvió este viernes de una apolillada ley de la etapa colonial británica para prohibir las máscaras con las que los activistas evitan su identificación. Partidos políticos y organizaciones policiales le habían exigido una actuación más decidida para combatir la pulsión destructiva del sector antigubernamental.

Las aglomeraciones de activistas y sus barricadas cortaron algunas de las principales vías de la ciudad y acabaron de imposibilitar los desplazamientos. La medida provocó momentos de tensión con la frustrada población local. Un taxi se ha abalanzado contra la masa, su conductor ha sido extraído del vehículo y golpeado hasta quedar inconsciente y sangrando en el suelo. Fuentes hospitalarias han confirmado luego que tres personas siguen ingresadas en estado grave, entre ellas el conductor. Los cuatro meses de disturbios han golpeado la economía y creado una brecha social inquietante entre partidarios y contrarios de complicada solución.

VÍNCULOS CON CHINA

La estrategia de los activistas prioriza ahora la destrucción de cualquier negocio con alguna vinculación con China. Esa vinculación es interpretada con criterio elástico: incluye bancos estatales, restaurantes o pequeñas tiendas regentadas por ciudadanos del interior. En sus canales de comunicación clasifican a los comercios en cuatro categorías, en función de su entusiasmo con la causa.

Los que han manifestado su oposición a las protestas son señalados para una eufemística labor de “renovación” que consiste en destruirlos. El turismo desde el interior se ha derrumbado por el temor a ser agredidos en masa por los antigubernamentales.