En un mitin del año pasado en Carolina del Sur, la familia de Donald Trump subió al estrado para acompañar al candidato. Todos menos Jared Kushner, quien prefirió quedarse atrás en un segundo plano. “¿Dónde está Jared? Jared ven aquí”, dijo el multimillonario neoyorkino. “Jared es un promotor inmobiliario de mucho éxito y ahora simplemente ama la política. Fijaros en él. Mirar como viste”. Kushner es el marido de Ivanka Trump, el yerno del próximo presidente de Estados Unidos y uno de los miembros más influyentes de su clan familiar. Durante la campaña puso en marcha las operaciones de ‘big data’, terció en la redacción de varios discursos y ejerció de confidente del candidato. En esta transición está siendo el arquitecto de las purgas en el equipo encargado de poner en marcha la Administración Trump.

Eso es lo que publican varios medios estadounidenses, que señalan a Kushner como el responsable de orquestar la limpieza en el organigrama de asesores del presidente electo. En la semana transcurrida desde que Trump ganó las elecciones, Chris Christiefue relevado al frente del equipo de transición y dos de sus hombres de confianza, el exdiputado Mike Rogers y el lobista Matthew Freedman, fueron también despedidos. Esa fulgurante remodelación ha generado una sensación de desconcierto y caos en el entorno del magnate. “Kushner ha estado sistemáticamente descartando a gente como Rogers que tenía vínculos con Christie”, publica el 'The New York Times' apoyándose en una fuente del equipo del magnate.

UNA ANIMADVERSIÓN ANTIGUA

La mala sangre entre ambos campos tiene raíces históricas y familiares. Cuando Christie era todavía fiscal general de Nueva Jersey, antes de ocupar el cargo de gobernador, metió en la cárcel al padre de Kushner, un rico promotor inmobiliario e hijo de supervivientes judíos del Holocausto. Le cayeron dos años por evasión fiscal, donaciones ilegales de campaña e intimidación de testigos. En el juicio, Charles Kushner llegó a admitir que había orquestado un montaje para grabar a su cuñado con una prostituta y amenazarlo para que no testificara. Todo hace indicar que su hijo nunca le perdonó a Christie su atrevimiento.

Al igual que Trump, el joven Kushner, que tiene solo 35 años, heredó el imperio inmobiliario de su padre, un portafolio al que añadió la propiedad del 'New York Observer', un tabloide centrado en la alta sociedad y el negocio del ladrillo. Antes había estudiado en Harvard, donde consiguió colarse pese a su mediocre expediente académico, según Daniel Golden, autor de ‘El precio de las admisiones: Cómo la clase gobernante americana compra su ingreso en las universidades de élite’ (en la traducción libre del libro al español). Aquel mismo año su padre donó 2,5 millones de dólares a Harvard.

Durante la campaña, Kushner empujó a Trump a que escogiera al cristiano ultraconservador Mike Pence como vicepresidente, uno de los representantes del odiado ‘establishment’, y echó de su agenda de contactos para acercar a su suegro figuras como Rupert Murdoch, el dueño de Fox News o el 'New York Post', o al también multimillonario Ronald Perelman. Como judío ortodoxo, donante del lobi proisraelí AIPAC y con conexiones en las esferas del poder en Israel, también se encargó de defender a Trump de las acusaciones de antisemitismo que le han perseguido durante la campaña. “Mi suegro es una persona increíblemente cariñosa y tolerante que ha abrazado a mi familia y nuestro judaísmo desde que empecé a salir con mi mujer”. Ivanka se convirtió al judaísmo antes de casarse y sus tres hijos son israelís.

Ahora Kushner está en el ojo del huracán. Fue uno de los asesores que acompañó a Trump en su visita a la Casa Blanca y se especula con que podría ocupar una posición relevante en su Administración. Las leyes contra el nepotismo impiden que ocupe una secretaría, pero podría tener un cargo influyente de asesor.