En 1716, los munícipes castellonenses, tomaron posesión del noble edificio consistorial que hoy cierra la plaza Mayor por su lado oeste. Esta casa de la villa, donde se ha forjado, día la día la historia de nuestro pueblo, cumplió hace menos de un mes 300 años, que dan para mucho a la hora de redactar sus particularidades históricas.

Empezando por la constitución del primer ayuntamiento, diremos que el hijo del Conquistador, Pedro III el Grande, que heredó de su padre dominios y aficiones extraconyugales, sería el que daría carta de naturaleza a la gobernabilidad del municipio castellonense ,con una prerrogativa de 1284, en la que le otorgaba el mismo régimen de organización administrativa que había concedido su padre a Valencia, en cuanto al nombramiento de justicia, jurados, oficios, ‘acequiero’ y ‘mustaçaf’. No obstante, fue la reina Leonor de Castilla, segunda esposa de Alfonso IV el Benigno que unía a sus prerrogativas regias la de ser señora de Castellón, quien atendiendo a la necesidad de dar una reglamentación jurídica invariable al sistema de gobernación del concejo, muy cerril, sobre todo cuanto suponía la elección de sus miembros, instaura las primeras ordenaciones “para su buen gobierno” en 1335, las cuales amplió y mejoró el notario micer Giner Rabassa en 1341, instituyendo, además, el régimen de elección indirecta de los miembros del cabildo.

El primer edificio del consistorio estaba ubicado en el lugar en que hoy se levanta la sede central de Bankia. Sus muy reducidas dimensiones iniciales, en menos de un siglo resultaron escasas, y en consecuencia, los jurados reclaman al rey Pedro IV en 1339 una ayuda para poder ampliar el primitivo local. Este era un edificio de dos plantas, de suelo pavimentado con cantos, y patio en que había plantados naranjos desde 1410 y un laurel. La fachada presentaba amplios arcos porticales de ojiva, conformados a base de dovelas de piedra, similares a los que aún hoy pueden verse en la plaza Mayor de Vila-real o la de la ‘Font de dins’ de Onda, amén de ventanas geminadas de estilo gótico conopial, con intradós trilobulado. Frente a los pórticos podía verse un pozo. Tres edificios adosados componían el entorno consistorial: el palacio del Comú de la Vila, de mayores dimensiones, la cort del Batlle y la del justicia o primer mandatario municipal. La prisión estaba aneja a la residencia y por ello, la calle de acceso (hoy Ausiàs March) se la conocía como “de la cadena”.

Tal vez la más innegable verificación del boyante progreso del lugar, que le dio la primacía sobre otras localidades aledañas, fue que se la distinguiera, en torno a 1326, como sede de una de las cuatro gobernaciones en que estaba dividido el Reino de Valencia: La conocida como de La Plana, que casi comprendía los límites de la actual provincia, iba “dellà lo riu d’Uixó” hasta el Cènia. La gobernaba un “llochtinent de portanveus”, cuya residencia estaba frente a las del Batlle y el consistorio municipal, en un edificio con pórticos, ubicado en el espacio que hoy ocupan las dependencias administrativas de la concatedral, entre las calles de Colón y Mayor.

A finales del siglo XVII, el palacio gótico de la Hierba amenazaba ruina, además de ser insuficiente para un cometido burocrático cada vez más laborioso. Se deliberó ampliar sus dependencias hasta la calle del Batlle, hoy Caballeros, pero los precios tasados de las viviendas hicieron desistir en 1681. Pocos años más tarde, se piensa ubicar el ayuntamiento en el área trasera del cementerio, que ocupaba parte de la actual plaza Mayor.

LA PERMUTA DE LA ABADÍA // En 1705, se propone a la cartuja de Vall de Christ, de la que dependía la iglesia de Santa María, la permuta de la antigua abadía, situada en la plaza Mayor, a la izquierda de la torre de las campanas, por la amplia casa de la viuda de Gerónimo Giner, que estaba en la Hierba y formaba esquina con el ‘carrer Sabaters’, hoy Colón.

Sobre planos de Gil Torralba de 1687, el valenciano Melchor Serrano fue el maestro de las obras, según un amplio pliego de condiciones de 1689, curiosamente ya escrito en castellano. Según el notario y cronista de la ciudad Llorens de Clavell, que estuvo presente en la colocación de la primera piedra, el 30 de septiembre de 1689.

Tras 27 años, de complicadas construcciones, por la guerra de Sucesión a la muerte de Carlos II, que supuso falta de liquidez, paros y retrasos, se concluyó el inmueble, de solemne fachada clásica. Los munícipes tomaron posesión de su nueva casa el 2 de febrero de 1716, fecha en la que se acordó declarar a San Blas, porque la fecha coincidía, patrón de la villa, junto con los venerados San Cristóbal y San Roque, amén de la Virgen María, que sin ser declarada patrona, bajo la advocación del Lledó, tenía devoción entre la feligresía local.

El nuevo edificio costaba de planta baja (donde estaba la cárcel), y dos alturas, a las que se accedía por una escalera que debió ser de barandilla con barrotes de hierro forjado, y pasamanos de ebanistería, rematado en la parte baja de dos arranques (escalera imperial) por un arranque escultórico. El pórtico (de órdenes toscano, corintio y compuesto, en sus tres alturas) presenta la singularidad que los arcos de medio punto, que conforman su soportal, están levemente peraltados con un añadido vertical de unos 10 centímetros, por encima de su imposta, lo que les concede una luz airosa, hecho que no sucede con la copia que realizó Maristany Casajuana en las puertas de acceso al mercado central, (1949) que tienen una arquería de medio punto, es decir una pura semicircunferencia.

LA NOVELA NEGRA // Entre el nuevo camposanto y el campanario quedó un terreno en el que en 1716, tras su subasta, se construyeron casas, cuyas rentas de alquiler se destinaron a misas por los difuntos de Castellón, razón por la que fueron conocidas, hasta su desaparición en 1987, como ‘cases d’ànimes’. En 1717 se bendijo la capilla del nuevo palacio municipal, ubicada en la planta noble, celebrándose la primera misa el 25 de abril.

Al margen de las acciones gubernamentales, no son pocas las anécdotas que podrían referir las paredes del palacio municipal, pero tal vez entre ellas la más trágica pudiera ser el asesinato del corregidor Pedro Lobo, al que una turba amotinada acusó de afrancesado en el inicio de la Guerra de la Independencia. Aprovechando la salida de la villa de la milicia que iba a combatir al ejército francés, el 19 de junio, un sector del pueblo se insubordinó y tras destituir a la junta local, se dirigió hacia la plaza Mayor, y a los gritos de “¡francés!”, forzó la entrada. El gobernador fue cosido a puñaladas y bajado a rastras por las escaleras. Su cuerpo ensangrentado, aún palpitante, fue abandonado en medio de la plaza. Triunfantes de este y otros crímenes, los autores del tumulto soltaron a los presos de la cárcel, saquearon el palacio episcopal, abrieron toda la correspondencia en la estafeta de correos y nombraron como gobernador al jornalero Andrés Alcón, uno de los más perversos amotinados, quien emitió bandos prohibiendo salir de la ciudad y ordenando que las tabernas abrieran a todas horas.

Salvo la fachada y algunos sillares en la planta baja, nada queda en el interior del actual ayuntamiento de la primitiva construcción, por lo que es muy difícil hacerse a la idea de cuál era la distribución originaria. Si es sabido que el 18 de septiembre de 1887, dieron comienzo en el llamado ‘secà de Tosquella’ las obras de la cárcel del partido judicial de Castellón, a la que se trasladaron, en 1898, los detenidos de la prisión municipal, ganando un considerable espacio para dedicarlo a funciones administrativas y policía.

LAS REFORMAS // En 1914, el arquitecto municipal Francisco Tomás edifica las torretas laterales en el remate del hastial y sustituye las originarias barras de hierro forjado de los balcones por balaustres. Con todo, la reforma más importante y que ha perdurado, con la supresión de las torretas que ocupaban los flancos de la fachada frontal, y el retorno a los barrotes de hierro en los balcones, se inició en 1952. Se construye la vidriera cenital y la suntuosa escalinata de mármol, que ornamentaría Juan Bautista Porcar pintando al óleo los alegóricos murales, que remató en 1856. Para el vestíbulo se le encarga al escultor Adsuara una imagen en mármol de la diosa Minerva como alegoría homenaje a las doctas aulas de la Latinidad Castellonense. Asimismo se cambió el salón de sesiones y el regio despacho de la alcaldía. La colocación de la fuente luminosa de la plaza Mayor tuvo lugar a finales de diciembre de 1953.

En el salón de sesiones se ubicaron las pinturas de los hijos predilectos de la ciudad que realizaran Meseguer y Castell, a las que, posteriormente, se han agregado otras de ilustres patricios, con obras de Adsuara, Traver Calzada, Ramón Catalán, Soler Blasco y Díaz Naya. En este salón de sesiones, (que ya lucía en su techo desde 1843, la alegórica pintura al fresco referente a la victoria local sobre las tropas carlistas, tal vez obra de Oliet o de Carbó) aparte de su cometido institucional, se celebraban bailes de gala como el que el 13 de diciembre de 1847 organizó el poeta Campoamor cuando era gobernador civil, para dar comienzo a las obras del nuevo Paseo del Mar (hoy Avenida Hermanos Bou)

Ramón Catalán pintó en 1958 en el trasdespacho del entonces primer mandatario local, el techo de la capilla municipal (hoy ocupada por prensa) con alegorías religiosas en cuyo centro figura la imagen de la Patrona de la Ciudad la Mare de Déu del Lledó. H