Nadie negará que las romerías son una de las manifestaciones religiosas y culturales más extendidas en España. Y, precisamente, en la provincia de Castellón, numerosos son los pueblos que celebran alguna romería, rogativa o peregrinación en honor a algún santo. Entre las más destacadas: la Romeria a la Magdalena y els Pelegrins de les Useres, aunque podríamos citar alguna más. Ambas constituyen un fenómeno complejo caracterizado por multitud de dimensiones, aunque con la cuestión religiosa como timón principal.

Con el paso del tiempo, estas expresiones de la fe han sabido absorber la identidad colectiva de los pueblos, convirtiéndose también en una manifestación de los valores sociales de una comunidad. Los gestos y los símbolos que se ponen en práctica durante el itinerario que se realiza, dan cohesión y reafirman identidades, haciendo que comunión y comunicación sean dos realidades que vayan a la par. Además, de conseguir que emociones y sentimientos también caminen en una misma dirección porque, en definitiva, lo que se celebra es «la religión del pueblo, por y para el pueblo», que también conocemos como piedad popular.

Llegado el tercer domingo de Cuaresma, los castellonenses iniciarán esta manifestación ancestral que no sólo recordará el fundamento de sus fiestas, con la Romeria a la ermita del Castell

Vell, la de la Magdalena, significando su sentido histórico; sino también su sentido religioso-penitencial: celebrar la fe de la comunidad cristiana. Ambos significados unidos por una misma acción: la de caminar o viajar en busca de un lugar, que en el caso del fenómeno religioso se concreta en llegar a un terreno sagrado. Por tanto, se produce un desplazamiento en busca de una meta (pedir a Dios, a Jesucristo, a la Virgen o a los santos la protección, ayuda o favores; o también, como una muestra de fidelidad y fervor, para rendir pleitesía) y la acción que se lleva a cabo es la de caminar. Y hacerlo a través de un itinerario, que es, sin duda alguna, metáfora de la propia existencia humana y espiritual.

Comunidad peregrina

La Romeria a la Magdalena es un camino como la propia vida, que debemos recorrer (unas veces con tramos más fáciles, otras con dificultades en el camino; dónde también están presentes las circunstancias y las características de los protagonistas así como la manera de afrontar los objetivos). Sabiendo que lo significativo es no pararse, seguir adelante, avanzando hacia la meta. Porque importante es recordar que para la fe cristiana el gesto de caminar es un símbolo más que expresivo que indica siempre disponibilidad, decisión y como decíamos anteriormente, búsqueda de algo o de alguien.

Es la imagen de un creyente o mejor de una comunidad que peregrina, que avanza, hacia una meta importante de su fe. Que sale de una situación y quiere llegar a otra. Como muy bien plasmado queda en la tradición medieval de los pelegrins de Les Useres, que parten de su lugar de origen, cumpliendo el voto de todo un pueblo, a través de la penitencia y con el claro objetivo de llegar al santuario de Sant Joan de Penyagolosa, para pedir la salud, la paz y la lluvia. Que sea dicho de paso sigue luchando por la candidatura a Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, a la que opta la propuesta Camins del Penyagolosa, de la que forman parte els pelegrins, y en la que se integran también las poblaciones de Xodos, Vistabella y Culla.

Ya en las Sagradas Escrituras se nos indica el símbolo del gesto del caminar, que protagoniza este escrito y que argumenta el sentido de las romerías y de las peregrinaciones. En el Antiguo Testamento, el Libro de los Proverbios nos dice «que toda la vida del hombre es un camino», y uno de los Salmos añade que «no sólo existe el camino de los justos sino también la senda de los malvados». Y el punto culminante del simbolismo bíblico del camino es el testimonio de Jesús sobre sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie se acerca al Padre sino por mí». Indicando, de esta forma, que él mismo es el camino para llegar a Dios. Por eso, todo peregrinaje o romería recuerda al cristiano que nuestra vida en la tierra sólo es una peregrinación al cielo. Por eso, la Romeria a la Magdalena y els Pelegrins de les Useres, bien concebidas y participando de ellas con la sinceridad interior que requiere, deben llevarnos también a las preguntas sobre la verdad y la felicidad de nuestra propia vida. Partiendo de que el fenómeno que nos ocupa gira entorno a una lógica de reciprocidad que se corresponde con tres obligaciones: la obligación de dar, la obligación de recibir y la obligación de devolver. Una realidad que se hace patente en las relaciones entre las personas y los entes sagrados. Porque ¿qué nos ofrece el ente sagrado? Salvaguarda, protección y ayuda, por ejemplo; y ¿qué ofrecen las personas? Pues esfuerzo, fidelidad, compromiso y devoción, entre otras razones.

Fuerte compromiso

En definitiva, la Romeria, al igual que peregrinar a Sant Joan del Penyagolosa suponen un camino que va al encuentro de algo o de alguien. Al final, si todo se cumplió como es debido el encuentro será triple: en primer lugar, con uno mismo; después, con el otro; y, finalmente, con Dios (razón última de todos los esfuerzos). Ojalá pues, se haga realidad para muchos esa estrofa del Pregó de Castelló, donde claramente se dice que «anar de romería no és, tan sols, anar de festa, és deure que manifesta orgull de genealogía». Y que esos sentimientos no sólo se conviertan en orgullo de pertenencia o en un día de algarabía sino también en un fuerte compromiso de vida y ésta de coherencia. Porque como decía el cardenal Martín: «La verdadera diferencia no está entre creyentes o no creyentes, si entre pensantes y no pensantes».

*Periodista y sacerdote