Las tradiciones definen una sociedad. La mayor parte de las expresiones culturales y populares no pervivirían al paso del tiempo sin esa transmisión de costumbres que nacen de un sentir particular compartido y acaban extendiéndose hasta convertirse en una razón de ser colectiva. Y ayer, las fiestas de la Magdalena tuvieron mucho de eso.

Desde los primeros toques a l’alba de la campana Vicent, la que se encarga de ensalzar el inicio de un día solemne, la jornada estuvo repleta de castellonería. Cierto es que el acto central, la Romeria, acaparó todas las atenciones y la participación, dando la impresión de que no había sucedido nada más, pero como en cada jornada durante la Magdalena, hubo mucho y muy diverso, sobre todo de manifestaciones culturales, como la que tuvo lugar con el Festival Folclórico organizado por el Centro Aragonés de Castelló, donde las bandurrias, guitarras y castañuelas compartieron los ritmos más baturros.

Porque eso es Castelló estos días, compartir, ya sean risas, conversaciones, diversión o comida, como cuando en la explanada de la basílica de Lledó repartieron horchata entre quienes regresaban de la Romeria para rendir honores a su patrona.