Si algo merece la pena destacar es la dignidad con la que los toreros de la tierra se enfrentaron a un encierro que apenas les dio ocasiones de triunfo y ante el que estar digno era más de lo que se podía esperar.

El corridón de Adolfo Martín, impresionante de hechuras como pocas veces se ve en esta plaza, dio muy pocas oportunidades a unos toreros que las necesitan como agua de mayo. Pero este tipo de festejos tiene eso, el peligro sordo, el trote al paso sin apenas meter la cara y con ese mirar que te hiela la sangre si sabes un poco de qué va esto.

Con estas corridas es seguro que no te aburres. Otra cosa es que te diviertas. Depende de lo que uno busque. Yo no me divertí, para que nos vamos a engañar, pero en ocasiones, como cuando Soler cuajó al tercero, disfruté viendo a un joven diestro que apenas ha toreado, poderle a un toro con el que muchos, más cuajados, hubieran ido por la calle de enmedio.

Probablemente, de los tres alternantes, fue el único que tuvo opciones, y, de no ser por la espada, la faena del tercero le podría haber abierto alguna puerta, porque fue de lo poco potable de cara a cuajar faena, y el de Burriana le supo sacar lo poco que de bueno tenia. Citó de largo, tragó, puso ganas y se ganó el respeto que en una tarde como la de ayer no es poco.

En el toreo actual prima el estilismo y, lamentablemente, nos olvidamos de la importancia de la lidia como concepto integral de la faena, del saber estar desde el primer capotazo, de llevar el toro al caballo, de cada detalle... A Soler le falta cuajarse, porque su bagaje es corto, pero su toreo discurre por buenos derroteros, y también este tipo de toreros son necesarios, sobre todo si queremos disfrutar de corridas con cuajo, de esas que unos llaman duras y otros interesantes.