Caminos de Fadrell. Punto de partida de la ruta jacobea levantino-aragonesa. Castellón con todos los colores del verde y del naranja. Fértil huerta adorada por los ancestros de un pueblo labrador que fue forjando su historia. No se puede entender la génesis de la ciudad sin tener en cuenta la que fue alquería mora de Fadrell.

Y es que el enclave que lleva el nombre de la más floreciente partida rural castellonense fue inicio y alborada, amanecer y pervivencia, cultivo y recolección en los avatares del crecimiento y desarrollo urbano de la capital de la Plana.

Fadrell como tradición. Porque, además, en la ermita dedicada a Sant Jaume está el cementerio más antiguo conservado en el término municipal. Donde reposan antepasados, árabes, judíos y cristianos. El cuarto camposanto con que cuenta la ciudad. Los otros tres son el Municipal de San José, el Nuevo Cementerio y el de las islas Columbretes. Necrópolis (en plena actualidad en estos días de difuntos), que marcan la historia permanente y constante de una ciudad de futuro que mantiene sus tradiciones.

Como la propia fiesta de la ermita de Sant Jaume de Fadrell, propiedad de la Encomienda de Fadrell, la institución más antigua de Castellón y que se encarga del reparto de los aguas de riego en la Plana castellonense. Su fiesta, el 25 de julio, es todo un compendio de tradiciones cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, como ese Rosario de la Aurora, al amanecer del día de la fiesta con la banda Unión Musical Instructiva La Esmeralda de Almassora, en el único Rosario de la Aurora que todavía se celebra en la capital.

Pero Fadrell es, sobre todo, gaiata. Una de las más clásicas de la capital. La número 2 en el ordinal de los sectores y con una historia de éxitos y triunfos en sus más de 73 años de historia. Fadrell para la Magdalena 2018.