Terminó una feria marcada por el bajo nivel ganadero en las cuatro corridas, en especial en lo que a fuerza y movilidad se refiere. Trabajo van a tener los jurados que premian al mejor toro para encontrar uno digno de mención. Los pocos que han tenido motor, como el burraco de Perera, presentaban hechuras más propias de novilladas que de corridas y los que han tenido más o menos el trapío correcto, justito pero correcto, como lo de ayer, andaban con el motor a medio gas y los pitones poco incisivos.

Con estos mimbres es complicado que la tarde salga redonda y sin embargo casi todos los días ha habido puerta grande. El mencionado Perera cuajando al único que tuvo motor, El Juli con una demostración de casta digna de elogio o Talavante con la perfección de sus lances. Ayer sucedió más o menos lo mismo, triunfos sin apenas toros. Ponce demostró que es capaz de sacar agua de un pozo seco y tirando de oficio, cuidando con mimo el material y desbordando plasticidad fue capaz de lograr que le pidieran el rabo por una faena en la que al más mínimo descuido el toro se le hubiera ido por tierra.

Algo más de toro tuvo Roca Rey con el que cerraba plaza y no perdió la oportunidad, supliendo con emoción lo que faltó de temple y logrando triunfar ante un público entregado.

Manzanares ha cerrado su doblete en el mismo aire, dejando la sensación de que su toreo podría alcanzar cotas accesibles solo a unos pocos si de verdad se lo propusiera. Lástima que solo en ocasiones acorte esa distancia que le separa del astado y que deja tan diluidos sus trasteos.

Por último, todo un Premio Nobel de literatura, Vargas Llosa, asistió a la corrida desde una barrera del cuatro. Esto sí que es una buena noticia.