Afirmar que las fiestas son nuestros grandes eventos es un acierto. Sinceramente lo pienso así. El modelo turístico que buscamos debe descansar sobre nuestra propia identidad. Un modelo basado en lo más genuino, en la autenticidad de lo propio.

La Magdalena constituye una de las referencias más carismáticas de nuestro territorio. Las fiestas de la capital de la Plana son un ejemplo vibrante y coral de nuestra esencia más honesta y creíble: una sociedad de anfitriones, una tierra hospitalaria, creativa, abierta y tolerante. Ejemplo de lo que somos.

He vivido la Magdalena desde niño, con un valor emocional único. Desde que mis padres me llevaban al Pregó vestido de castellonero hasta hoy, que me siento absolutamente identificado con el sentimiento magdalenero.