Sinfonía en azul. Todo es azulado tornasolado en la gaiata 12, la del distrito marítimo del Grao. En los cielos y en el agua del mar. Ventana abierta al Mediterráneo del término municipal de la capital de la provincia.

Cromatismo celeste de los singulares estandartes de la comisión, turquesa en el horizonte con la arena y el salitre de las playas y marino del mar bonachón y picaresco que envuelve las antiguas atarazanas, en el viejo embarcadero rojo. Azuladas las calles, de un barrio de alegría e inmensa fortaleza en las que se entremezclan la sabiduría de las gentes de la pesca, en ese oficio ancestral de redes y ventiscas, y la imaginación de viejas leyendas que transportan al viajero a las islas Columbretes, territorio insular del término municipal de Castellón, y azul oropel del faro que ilumina la noche marinera en la soledad de un instante.

Castellón de la Plana... y del mar. Aguas que asienta sus reales en la inmensidad de un pueblo, el del Grao de Castellón, con personalidad propia. Porque solo las grandes ciudades, las de abolengo y mucha solera, tienen puerto con nombre propio y apellidos. Dígase el de Atenas y su puerto del Pireo, Lima y el Callao, Gijón y el Musel... y Castellón con el Grao. Grao con sus fiestas de Sant Pere, las del junio divertido y, a la vez, solemne, en honor al patrón pescador, el de las llaves del Reino de los Cielos (azules), y que configuran el escudo de la comisión de fiestas y, por ende, el de la gaiata 12, con singularidades propias en el ámbito de las gaiatas, y es que el Grao venera a las fiestas supremas de la Magdalena. Barrio con gaiata.

Referente de Carnaval

Y Grao de Carnaval. Porque si hay algún enclave de la capital de la provincia donde las Carnestolendas y Don Carnal y las máscaras adquieren la máxima expresión este es, sin duda, el enclave marinero como exponente de la tolerancia, pluralidad y diversidad de etnias y culturas presentes en la ciudad de Castellón, y en una pasión por el disfraz.