Con dos patronazgos de inmensa veneración popular, Sant Vicent Ferrer y Sant Blai, y con un marchamo propio en la personalidad del enclave urbano de la gaiata 5, Hort dels Corders se asoma al futuro con el peso de una historia en la trayectoria festera de triunfos, realidades tangibles y abolengo por doquier. Y es que no se puede entender la historia de los festejos mayores de la ciudad sin tener en cuenta la solera acrecentada de esta demarcación grabada en letras de oro en el desarrollo anual de la noche del tercer domingo de Cuaresma como milagro de luz.

Calles como Amadeo I (antic carrer de Sant Pasqual, fraile alcantarino de honda devoción en la memoria colectiva de los castellonenses), Trullols, Echegaray, San Blas, San Vicente, ronda Mijares, paseo Ribalta, avenida del Rey don Jaime... conforman un paisaje urbano fabuloso que evoca el Castellón de otro tiempo, cuando la vida era más calma y pausada, y pasear se convertía en un rito inigualable en una ciudad pequeña y castiza.

La ciudad turquesa y naranja tiene en este enclave urbano un tesoro donde se refugia la historia y la tradición. La de l’antic hort dels corders que durante varios siglos formó parte de la economía agraria castellonense.

Y, con el Rey don Jaime como testigo mudo en forma de bronce, un monumento que fue sufragado por el patricio castellonense Juan Cardona Vives para evocar al personaje histórico más importante para la ciudad de la Plana a lo largo de los siglos.

Además, con una gaiata, con el guarismo 5, que se convierte en catalizador constante de la actividad magdalenera durante la semana grande. Castellón es Hort dels Corders, como manifestación sacrosanta de lo que significa esencia de tradición y esperanzas en la fiesta. Un sector, además, ligado, a la Germandat dels Cavallers de la Conquesta en el tributo solemne al Rey don Jaime en la luminosa mañana del Pregó, víspera del día grande de nuestra Magdalena.