Un reto. Una ilusión. Un homenaje. Una oportunidad. Un secreto. Hacer el vestido de Andrea Sánchez Verchili como Na Violant d’Hongria 2019, el primero que asumía desde mi atelier, ha sido todas esas cosas, y más. Una responsabilidad. Como diseñador, es un traje que cada año me emociona ver y en esta ocasión, tras haber confeccionado el de Andrea como dona de companya, la familia me brindó la oportunidad. Y desde el minuto cero empecé a pensar en hechuras sencillas pero preciosistas y tuve claro que, ante todo, tenía que ser un traje diferente, que rompiese, y, por qué no, crease tendencia.

El traje de época como máxima representante de la Germandat dels Cavallers, esposa del rey En Jaume I, reina, mujer de su tiempo, inteligente, con carácter, compañera en la paz y en la guerra, tenía que ser único, especial. Y ahí arrancó la historia de un vestido. Siempre de la mano de Andrea y su familia, compartiendo ideas, archivos, estudios, ideas… empezó la investigación y la documentación. En la Guía de indumentaria medieval femenina de mujeres de reinos hispanos, de Alberto Carnicero; Hongria i hongaresos en la literatura catalana: el cas de Violant d’Hongria, de Ildiko Poroska, de la Universitat Rovira i Virgili: o La indumentaria medieval en el siglo XIII, de Alba Gutiérrez; además de insignias y escudos, y series de televisión como La catedral del mar o Toledo. Y el recuerdo de los consejos que me daba en mis comienzos, cuando aprendí, de la mano de Ana Mari Cabedo.

Elegante, pero sencillo; sencillo pero regio; regio pero diferente; digno y trabajado a mano. Es un traje importante para Castellón, muy aclamado y criticado. ¿El color? Eligieron uno claro, el ámbar, para la tela principal, con una espectacular capa de 4,60 metros en tonos berenjena, ambos interconectados, en una indumentaria de la que emana un discurso unitario. Y mucho detalle. La verdad es que, con un boceto base, fue tomando forma y más forma en el taller, a medida que lo confeccionaba. Piezas de anticuario para las tiras frontales, pasamanería del siglo pasado para las mangas después trabajadas, y un trenzado mágico lleno de perlas incrustadas una a una que le da la impronta real.

Muchos detalles

La tela, brocado, algodón con hilo dorado, la trajimos de Italia; las telas de anticuario, las busqué en Madrid, y los apliques los compré a kilos a una firma alemana, los tupíes, los canutillos, las rocallas, el hilo dorado, los cristales de swarovsky, las perlas rosas y blancas… dignos de un traje de reina Violant.

El escote, elegante y sin hechuras -entonces no existían-, mangas muy trabajadas pero cómodas, y que, sobre todo, pese al peso que tiene, se pudiera llevar. Lo mismo que la capa, con detalles de la corte de Violant, con la cruz y el sello real de la reina como eje central. Un reto, artesanal, que se complementó con la corona de Argent, desde una ilusión, la de Andrea Sánchez por ser Violant, y el reto asumido desde el diseño y la confección, como si fuera un vestido de alta costura… para una reina medieval.