Finalizó la feria con buen sabor de boca. Lo ocurrido en el ruedo respondió a la expectación generada con un entradón importante. Daba gusto ver la plaza llena hasta la bandera, el ambiente y las ganas del público de ver a los toreros triunfar. Un broche de lujo, con Enrique Ponce y Roca Rey a hombros. Una gran figura del toreo y otro que está en el camino de serlo. Y eso que la corrida de Juan Pedro Domecq ayudó lo justo, pero la magia y el gran momento que atraviesa Enrique Ponce -benditos los ganaderos que tienen la suerte de anunciarse con este torero-, así como la entrega apasionada y frescura de Roca Rey, acabaron por cautivar a una afición que enloqueció con sus distintas tauromaquias.

Salió espoleado Roca Rey en sexto y Castellón vibró con su verdad y autenticidad. Lo recibió el peruano con una larga en el tercio y meció muy bien los brazos en el toreo a la verónica. Fue más boyante que sus hermanos el de Juan Pedro, que embistió con más celo y transmisión. El mejor del conjunto. Faena que se vivió con mucha intensidad, entre el ¡uy! y el ¡olé!. Levantó al público de sus asientos en un comienzo de faena de escalofrío en el centro del ruedo, sin enmendarse, cambiándose al toro por detrás con sutileza. Surgió el toreo en redondo y entregado del peruano. Mejor sobre la izquierda. Toreo de mano baja y compás abierto, de trazo largo, acompañando la embestida. Faena emocionante, que coronó de una buena estocada. Dos orejas. Antes, se había desmonterado Juan José Domínguez en un tercio de banderillas en el que incluso sonó la música.

Una oreja cortó Roca Rey del tercero de la tarde, un toro noble y con calidad al que logró realizarle una faena completa y variada que conectó mucho con los tendidos. Metió al público en faena desde el saludo capotero y el quite por chicuelinas. A pesar del viento se llevó el toro a los medios, donde empujó un poco más a la muleta.

Bajó la mano Roca Rey para torear con largura enroscándose al Juampedro a la cintura, soltando el viaje detrás de la cadera. Buscó al final la efectividad de unos circulares y cambios de mano muy jaleados, cuando el toro se vino a menos. Mató de media estocada y descabello.

Lo de Ponce fue pura magia ante dos toros medios. Sólo él es capaz de estar como estuvo con este tipo de toros. Delirio poncista frente al cuarto en una faena a más ante un toro pastueño y con calidad de Juan Pedro Domecq. Templó con suma delicadeza y mimo. Le dio tiempo y pausa, haciendo las cosas siempre muy a favor de un astado muy justo de raza y empuje, al que le costó romper siempre adelante. Ya con el toro entregado a la magia de Ponce, llegaron los momentos en los que acabó rindiendo a la afición. La poncina, el desplante, el arrimón de rodillas buscando el triunfo, el abaniqueo… y la locura desatada. Se inventó una faena frente al primero, un bonito toro castaño tan noble como falto de fuerza y empuje. Lo cuidó el de Chiva desde que salió de toriles, apenas lo picó y en la muleta lo fue sobando, todo muy templado, con esa naturalidad y elegancia propias del valenciano. Sacó con tesón todo lo que pudo y más del toro, a pesar del fuerte viento que resultó muy molesto.

Inédito frente al blando primero, salió Manzanares muy dispuesto y centrado en su último toro de esta feria, al que acabó cortándole una oreja. Faena larga del alicantino a un toro que embistió a media altura y al que supo sacarle su fondo. Fueron claves los tiempos entre las tandas y encontrarle la altura exacta, con los toques necesarios para ayudar a romper adelante al animal.. Bonitos los cambios de mano y los pases de pecho. Justa la oreja al de Alicante.