Salió El Juli a revienta calderas, como dirían los clásicos. Como si fuese un joven que busca abrirse paso, con la hierba en la boca y la ambición en el pecho. Simplemente arrollador. Un torbellino que recordó sus inicios. Debió motivarle su ausencia fallera o las ganas de algunos de fastidiarle la celebración de sus veinte años de alternativa. Así que Juli sacó toda esa raza como una explosión de orgullo contenida, esa ambición que le ha hecho llegar hasta lo más alto durante estas dos décadas. Desatado, yo diría que descarado, desempolvando las armas julistas de sus comienzos, aquellas que dejó aparcadas para seguir por otros senderos más íntimos. Una reaparición deslumbrante. Volvía tras la cornada sufrida en Bogotá y lo hizo sin acusar nada, y eso que la semana pasada sus muslos aún sufrían las secuelas de una herida que le impidió torear en Olivenza.

Comenzó a un gran nivel la tarde con una faena soberbia de Julián a un bravo garcigrande al que le cortó las dos orejas. No se definió el toro en los primeros tercios, aunque en un quite por chicuelinas sutiles, rematado de una bonita larga cordobesa, se adivinó una nobleza extrema al tomar los vuelos. Así que se vino arriba en la muleta, como el resto de la corrida, como es norma en la ganadería de Justo Hernández. Y llegó el lío. Se venía de largo el astado, pronto, con alegría… y embestía abriéndose incluso en exceso, con franqueza y fijeza a la muleta poderosa de Juli, que de primeras comenzó a bajarle la mano y llevarlo largo, intentando ajustárselo sin excesivos toques. Toreó al natural muy relajado, con media muleta, con el pico, que en este caso no fue defecto sino virtud. Repitió el toro con emoción y lo llevó Juli muy cosido, casi sin soltar la embestida. El colofón fue una tremenda estocada en lo alto. Dos orejas incontestables.

Ambición

Con la puerta grande amarrada, salió engallado en su segundo, con ambición y desatado, con ganas de rematar la tarde. Explosión julista. Lo recibió con una larga en el tercio, después enloqueció al público en un quite por lopecinas muy jaleadas y lo levantó de sus asientos tras dos medias y una belmontina de gran expresión para rematar. Se presagiaba faena grande. Se echó de rodillas para iniciar su labor muleteril y, muy entregado, descarándose, toreó sobre la diestra y sin levantarse, ligó otra tanda al natural. Salió a por todas sin reservas. No era fácil el de Domingo Hernández, con una movilidad engañosa. Rebrincado, soltando la cara en ocasiones y descompuesto. Tuvo que someterlo Julián por abajo para poderle. Mató de una estocada casi entera algo trasera que fue efectiva y paseó una nueva oreja.

La tarde llevaba su nombre hasta que llegó Talavante frente al sexto, al que recibió soltando el capote a una mano. Muy rica y vistosa su Tauromaquia, improvisada a la vez. Fue abanto en los primeros tercios el toro y con cierto punto de mansedumbre en la muleta que le hacía salirse suelto y buscar la querencia, pero le sirvió al extremeño su movilidad y supo sacarle partido. Todo rompió a raíz de dos buenos pares de Juan José Trujillo, que se desmonteró. Comenzó entonces Talavante a improvisar y a crear un inicio donde combinó la arrucina, un pase de las flores y un cambiado mirando al tendido en el que se metió al público en el bolsillo. Muy sabroso todo. Sometió y sujetó la embestida el torero. Largo y roto en el natural; con más despaciosidad sobre la diestra. Acabó rajado el toro en el momento justo en el que el extremeño se fue a por la espada, tirándose a matar con rectitud y dejando un espadazo tendido que fue suficiente para acabar con el animal. Dos orejas y el derecho a salir a hombros junto a Julián López.

De nuevo surgió la fantasía capotera de Talavante frente a su primero, que tenía buen son y galope, pero que se vino muy pronto abajo, acusando tal vez un fuerte costalazo. Abrevió.

Una oreja paseó Manzanares del quinto de la tarde, otro toro que tuvo un comportamiento frío en el inicio pero que después se empleó en la muleta. Labor de menos a más del alicantino, donde poco a poco fue acoplándose con el de Domingo Hernández hasta conseguir los momentos de mayor ajuste, empaque y belleza al final de su labor. Ahí fue cuando surgió el mejor Manzanares. Mató de una estocada algo caída. Oreja con petición de la segunda. Abanto y sin emplearse salió el segundo de la tarde, un toro que después embistió con nobleza a la muleta de Manzanares, aunque le faltó cierto ritmo y motor para empujar con transmisión en los engaños. El alicantino dejó alguna tanda aislada en la que sobresalió el empaque y el buen gusto, aunque a su labor, que no acabó de tomar vuelo, le faltó mayor rotundidad y estuvo condicionada por el animal. Lo mejor, una gran estocada de la que tumbó al toro sin puntilla. Hubo leve petición.

Le queda una nueva tarde a Manzanares mañana domingo. Una nueva oportunidad para poder expresar su toreo ante una afición que le espera.