El pundonor llegó ayer, sin duda, de la mano de Juan José Padilla que, tras la tremenda cogida de hace apenas una semana en Valencia, fue capaz, no solo de vestirse de luces, sino de ofrecer el espectáculo que de él esperaban, como el auténtico héroe del pueblo que es. Otra cosa es la calidad de su actuación, o la falta de ella a fuerza de ser sincero, pero eso ya es harina de otro costal.

Hastío, tedio, aburrimiento hasta lo inimaginable fue lo que dejó, una ocasión más, un Fandi del que cada vez cuesta más de entender su entrada en unos carteles con pretensiones como los de nuestra feria. Lejos queda ya la chispa de su juventud, y la madurez no le ha dado el poso del que gozan otras figuras. Cuando con dos estocadas no se da ni una vuelta al ruedo, mal pinta la cosa. Una pena.

Voluntad a raudales puso Vicente Soler. Voluntad y ganas de hacerse un hueco como demostró en el arrimón a su primero, un ejemplar con buen son, pero que se paró; en la portagayola a su segundo y en dos tercios de banderillas con mucha verdad. Le faltó, como es lógico, oficio para terminar de exprimir al que cerraba plaza, que era un tío, pero supo plantarle cara con dignidad y dejar, con mucha diferencia, los mejores lances de la tarde para abrir una puerta grande con toda justicia. Enhorabuena.

Mención especial merecen, a mi modo de ver, el toro que abrió plaza y el que la cerraba. Dos magníficos ejemplares que destacaron por su calidad y trapío. Probablemente, si no hubieran adolecido de fuerzas, alguno más hubiera sido digno de mención, porque calidad tuvieron todos mientras el motor les aguantó. Una pena que tan excelentes ejemplares tuvieran tan corto recorrido, una pena porque esta era, a priori, la corrida dura de la feria.