Cuenta la leyenda que cada vez que una madrina de gaiata llora en la plaza Mayor en la entrega de premios porque su monumento festero no ha logrado el primer premio, las lágrimas caen al suelo y se adentran en la madre tierra para fermentar y hacer posible que cada año surjan las gaiatas. Resucita la luz frente a los cantos de sirena que cuestionan interesadamente y ofensivamente el máximo símbolo de la Magdalena.

Y eso se ha hecho realidad con Rafalafena que, después de un 2017 marcado por situaciones ajenas a las fiestas, y a punto de desaparecer, en la Magdalena 2018 lucirá con todo su esplendor. Paseará su luz emblemática. Como un ave fénix que renace de sus cenizas. Como destellos que volverán a cautivar y llevar la fiesta popular al barrio que la vio nacer en su momento.

Un enclave urbano propio de un Castellón que crece y que habla en futuro que, con personalidad propia, forma parte del entramado de una urbe ambiciosa blasonada de esperanza. El artífice de esta revitalización de la comisión del sector 16 es Gabriel Fernández, que lleva varios años trabajando por la fiesta desde la sombra y que ha dado un paso hacia delante para asumir la responsabilidad de gestión de estar al frente de Rafalafena. «No me hubiera gustado que Castellón se quedara sin una de sus gaiatas», confiesa en páginas interiores.

Conforman el cuadro de honor 2018 con Gabriel, Toñi García, madrina; Patricia Doñate, madrina infantil, y Jesús Ortega, el presidente de los niños.

Serán la máxima representación de un barrio que espera como agua de mayo su gaiata, su vinculación excelsa con la luz triunfadora del tercer domingo de Cuaresma. Una demarcación urbana que cuenta con numerosos atractivos a nivel ciudadano, como el fenómeno del fútbol base, y del que han salido deportistas de élite como el caso de Pablo Hernández, y que desea que también la élite asiente sus reales en la Magdalena. Y el presidente de la comisión está trabajando para que los vecinos vuelvan a confiar en la gaiata, para que Rafalafena se sienta más castellonero y sus habitantes sientan la luz de su fiesta ancestral, la que ha ido configurando la esencia de la ciudad a lo largo de los años. Más Rafalafena. Más Castellón.