Luz en Rafalafena. El barrio naranja (evocación del fruto dorado) por excelencia de Castellón, vive con intensidad la Magdalena. Porque esta demarcación urbana de la gaiata 16 es Castellón y viceversa, con el recuerdo de esa huerta floreciente que se extendía bajo el sol mediterráneo hace más de 50 años sobre los solares que hoy ocupan altas torres y viviendas en una dinámica de evolución constante y atrevida.

El que sería primer avance de desarrollo urbano gigantesco (tras los primeros ensanches) de la ciudad, en los años 70 del pasado siglo --en la partida rural de Rafalafena con anclajes de arabescos y leyendas-- tenía que contar también con su gaiata, su luz magdalenera, su esencia de Castellón eterno con ese recuerdo de la huerta y un pasado agrícola que dejó su sello en la memoria histórica del imaginario colectivo de los castellonenses.

Una Rafalafena de calles y plazas que han ido configurando la personalidad creciente de un trozo de Castellón que mira hacia el mar. Calles como Villavieja, Rafalafena (antigua General Abriat), paseo de la Amistad, Moncofa, Columbretes... y con singulares edificios, como el caso de la biblioteca pública Rafalafena.

Un barrio que tiene como centro espiritual la parroquia de Santo Tomás Villanueva, una sede parroquial de la Iglesia católica de moderno diseño y amplias cristaleras, que fue abierta al culto en el año 1982, y gestionada en sus primeros años por los padres Agustinos, que todavía regentan la entrañable iglesia de San Agustín en la calle Mayor, y después por la propia diócesis de Segorbe-Castellón y sus sacerdotes diocesanos en la siempre fructífera labor de predicar la palabra de Dios. Una comunidad parroquial que se enriquece con una nutrida presencia de miembros del Camino Neocatecumenal que viven su fe católica desde los dictados teoloógicos de Kiko Argüello.

Rafalafena tiene también un centro de salud, un buen número de tiendas y cafeterías y sus consiguientes terrazas, y la comandancia de la Guardia Civil.