La primera impresión que se podía llevar un espectador de la corrida de rejones de ayer era que la plaza estaba llena. No fue tal, desafortunadamente, pero sí que la entrada rondó los dos tercios, que no está nada mal, y supone una excelente noticia, habida cuenta de las pobres entradas que en pasadas campañas se habían llegado a dar, donde apenas se cubría medio aforo de la plaza.

Es posible que la recuperación económica haya influido, pero yo me inclino a pensar que el acierto del cartel tambien ha tenido mucho que ver en el éxito. Un cabeza de serie como Diego Ventura, auténtico líder de este tipo de espectáculos, junto a un consolidado Leonardo Hernández, centauro de dinastía que siempre es algo a tener en cuenta. A destacar, asimismo, la inclusión de Lea Vicens, una amazona francesa que tiene mucho que decir y que aporta la frescura de una juventud, algo siempre deseable por aquello de espolear a las figuras consagradas.

Sin embargo, una vez más, se escatimó en la materia prima para este tipo de festejos a caballo, echando por chiqueros un encierro de Jódar y Ruchena que, además de parecer mansos por su berrendo pelaje, demostraron esta condición a lo largo de la lidia.

Es una lástima que muchos hierros que apenas sirven para lidiar a pie terminen frente a un caballo de rejones. No siempre es el caso, ni mucho menos, pero sí es bastante más habitual de lo que sería deseable. Si un toro no vale para lidia ordinaria, tampoco debería valer para rejones, porque la bravura y la calidad lucen, se pongan donde se pongan, y los rejones, como cualquier espectáculo taurino, merece un toro que permita lucir todo los que esos magníficos equinos son capaces de ofrecer.