A soma ya la recta final de las fiestas y, con la llegada de las primeras espadas del cartel taurino, la Fira del Bou se erige --aún más si cabe-- como el espacio idílico para hacer tiempo cara a la corrida de la hermana plaza de toros, analizar los quiebros ejecutados durante el ruedo o simplemente disfrutar del tardeo más animado tomando un refrigerio o dándose una vuelta al son de la mejor música rumbera.

El recinto festivo de Castelló que más devoción al bou profesa y más afición respira por los cuatro costados aprovecha su estrecha cercanía al coso taurino del parque Ribalta para rezumar día tras día un calurosísimo ambiente, con un tránsito continuo de personas que curiosean por las casetas que el Rincón pone a disposición de todos los clientes.

Un reclamo que no solo atrae a centenares de vecinos de la ciudad, sino que visitantes de los municipios de alrededor o de otros puntos geográficos (véase Teruel, Jaén o Barcelona) no dudan en acercarse a la carpa para dejarse contagiar por sus ganas de fiesta. Incluso los más peques de la familia se lo pasan en grande mientras ven cómo se embola un astado o se fotografían junto a los toros con ruedas, que cada cierto tiempo cobran vida y protagonizan amenos encierros infantiles que animan a que los niños imiten a los grandes maestros que lidian en la plaza.