Arturo España, responsable de confecciomar el panel floral de la Ofrenda confesaba a Mediterráneo poco antes de comenzar el tramo vespertino del cortejo que «tras el repentino fallecimiento del pintor Lorenzo Ramírez, hace ahora casi un año, tenía muy claro cómo iba a ser el mural de flores que todos los años decora los arcos de la basílica de al Mare de Déu». Y es que Lorenzo era guía, espíritu y reflejo de la devoción a la Lledonera en el arte.

Y, «un excelente tracista», como recordaba España, mientras las siluetas de castelloneros por la espaldas iban cobrando vida a medida que los vestidores de la Virgen recogían los ramos de la Ofrend a del 2018.

Y es que Lorenzo Ramírez forma parte ya, no solamente de la historia del arte de Castellón, sino también de las esencias patrias en clave castizo. Lorenzo es Castellón y sus siluetas de castelloneros en actitud caminantes con sus picas de flores se adentran solemnes en el imaginario colectivo. Su muerte, que produjo inmenso dolor entre los que le conocían y amaban, arrebató del alma un grito de soledad incierta. Un injusto y callado silencio sobre gentes que le expresaron desde un primer momentos afectos inquebrantables.

Apreciado y querido

Y se fue. Con tantas cosas pendientes por hablar, confesar y devolver caprichos y algún que otro comentario irónico. No hubo tiempo para más. A Lorenzo Ramírez se le quería en Castellón, y mucho. No hay más preguntas, señoría. Magdalena!.