Castellón ya tiene un nuevo matador de toros: Vicente Soler. Ayer era su día, el inicio de una nueva etapa que comenzó triunfando. Arropado por su pueblo, que le dio aliento cuando más lo necesitaba. Asumió su papel de torero de raza y carácter, jugó sus cartas de la ambición y la entrega y acabó victorioso, a hombros de sus paisanos que lo sacaron por la puerta grande entusiasmados con lo que había hecho ‘Visantet’, aquel joven que no hace mucho decidió seguir los pasos de su padre, que también fue matador de toros.

Ayer Vicente le brindó el toro de la alternativa. De padre a hijo. De torero a torero. Sobraron las palabras y los discursos. Una mirada y un abrazo lo dijo todo.

Ambos llegaron hasta aquí de la mano por un camino que no ha sido nada fácil. Y ahora comienza otro más complicado, porque lo de ayer ya no sirve para hoy. Así está el toreo. Esa es su dureza.

Vistió terno de lujo. Un azul noche cuajado de oro, que no era sorpresa porque Vicente no es torero de supersticiones y nunca lo tuvo en secreto. Rehusó el tradicional blanco y apostó por un color oscuro, quizá para disimular algo más esa fortaleza de piernas, que son dos motores que ayer le ayudaron a banderillear con solvencia y sobre todo, a levantarse presto cuando el primero de la tarde se paró en sus mismas narices cuando Vicente lo esperaba a portagayola.

Y es que el de Burriana tiró la moneda al aire desde el primer momento. No valía ninguna duda, ningún tipo de alivio. Había que darlo todo sí o sí. No fue este el toro ideal para su alternativa. Adulador, que así se llamaba el toro, resultó manejable, pero le faltó empuje y recorrido en la muleta, con algunas complicaciones difíciles de apreciar desde el tendido como su tendencia a buscar los adentros, defendiéndose, hecho que hizo desconfiar a veces al toricantano. Entrega de Soler sobre ambos pitones. Se justificó. Mató de pinchazo y estocada trasera y algo desprendida. Hubo una tibia petición y al final, saludó una cariñosa ovación desde el tercio. La tarde no comenzó como hubiese querido, pero tuvo cuatro toros por delante para mentalizarse y ya en el quite ante el noblón quinto, de Paquirri, se le vio más templado mientras elogiaba a Chicuelo.

Así que salió a revientacalderas en el sexto. Lo dio todo de principio a final porque no quería quedarse atrás en su día. Y aprovechó la oportunidad. Paró al toro con largas de rodillas hasta los medios, queriéndose comer a un toro que salía abanto. Entró en quites con más voluntad que brillantez y banderilleó con acierto y variedad. Tuvo el toro más movilidad que entrega, embistió siempre muy suelto y con poca fijeza. Siempre con la cara alta y sin ir metido en los engaños. Incluso se protestó su presentación. Pero al final, valió.