Para mantener el éxito cosechado por su SUV más grande, Mazda sometió la pasada primavera al CX-5 a una revisión de tal calado que prácticamente creó una nueva generación.

Ahora el modelo luce una carrocería de aspecto más elegante gracias a unas líneas de tensión menos marcadas y unos rasgos suavizados. A ello también contribuye el estreno de unos grupos ópticos más estilizados y dotados de tecnología led. Las dimensiones de la carrocería (4,55 metros de longitud, 1,84 de anchura y 1,68 metros de altura) apenas varían respecto al anterior modelo, pero sí lo hace su resistencia structural, que con un aumento del 15% consigue una mejora en el comportamiento.

Puertas adentro, donde todo es nuevo, gana en espacio, luminosidad y funcionalidad. Asimismo, se incrementado el confort de los ocupantes, gracias a la incorporación de unos asientos rediseñados y a la atenuación de la rumorosidad y las vibraciones que se filtran al habitáculo. También se ha mejorado la seguridad en la conducción con la adopción de un dispositivo -denominado GVC- que incrementa el agarre y la precisión en curva.

Además, incluye, entre otros sistemas, el control de crucero adaptativo, el asistente de frenada o el reconocimiento de señales de tráfico.

En el apartado mecánico se ofrecen tres motores, dos de gasolina, que entregan 165 caballos (160 en versión 4x4 automática) y 194 CV; y uno diésel de 150 o 175 CV (éste último solo en versión 4x4). En cuanto a la transmisión, ésta puede ser a las ruedas delanteras o integral y puede ser gestionada por una caja de cambios manual o una automática, siempre de 6 velocidades.