"Si vuelvo a Etiopía, tal vez me maten". Esas fueron las impactantes palabras que el maratoniano Feyisa Lilesa declaró a los medios tras finalizar en segunda posición la prueba del maratón olímpico de Río por detrás del keniano Eliud Kipchoge. Una meritoria medalla de plata que celebró con un gesto reivindicativo contra el gobierno de su país que rápidamente llamó la atención de los medios.

Al llegar a la línea de meta, Lilesa levantó los brazos por encima de su cabeza y los cruzó en forma de 'x', recordando a la imagen de un esposado. Un gesto que repetiría más tarde en el podio y que él mismo aclaró a los medios que podría costarle la vida. "Si no me matan, quizá me metan en prisión", añadió con voz entrecortada después de la prueba.

LA REPRESIÓN DE LOS OROMO

Las protestas contra el gobierno etíope han ido en aumento paralelamente al crecimiento económico que este país aliado de Estados Unidos ha experimentado en la última década. Miles de ciudadanos han salido a la calle para manifestarse en contra de las nuevas políticas gubernamentales, algo que las autoridades han reprimido brutalmente. Según informes recientes de los grupos de derechos humanos, más de 400 personas habrían sido asesinadas en los últimos siete meses, la mayoría de ellos civiles.

El grupo étnico de los oromo, al que pertenece Lilesa, es el que ha sufrido una mayor represión. Tras levantarse a finales del 2015 en contra de un plan urbanístico que amenazaba las tierras de este poblado tradicionalmente agrícola, el gobierno respondió de forma contundente causando más de 500 muertes dentro de la comunidad. "Están matando a mi gente, así que debo protestar en cualquier lugar, ya que los oromo son mi tribu", dijo Lilesa. "Mis parientes están en la cárcel, y si hablan sobre los derechos democráticos son asesinados".

El maratoniano no mostró preocupación alguna porque el Comité Olímpico, que prohíbe expresamente las manifestaciones políticas durante los Juegos, le sancione por estos gestos, e insistió en dejar constancia de la injusticia que vive su poblado en Etiopía. "Les pido a ustedes que hablen de la democracia que no existe en mi país y de los intereses económicos que apoyan la represión de los oromo", añadió Lilesa, cuyo futuro y el de su esposa e hijos es ahora toda una incógnita.