Una de las cosas que más suele llamar la atención de los turistas que acuden por primera vez a Río de Janeiro es la manía de los cariocas de poner al máximo el aire acondicionado. En el autobús, en casa o en el trabajo, cualquier ambiente cerrado puede llegar a ser glacial. No importa donde estén o si, en pleno invierno austral, la temperatura baja hasta unos agradables 15 grados.

“Qué manía con poner el aire acondicionado a toda pastilla”, se lamenta la veterana Gemma Mengual que en su primer día en laVilla Olímpica ya ha sido víctima de la costumbre local. “Justo soy una persona anti aire acondicionado, los odio y me sientan fatal. Esta mañana en el comedor hemos pasado frío”, reconoce la nadadora que no se había encontrado con este problemas en las Villas de Sydney,Atenas o Pekín.

POCA VARIEDAD DE COMIDA

Por su parte, Ona Carbonell, su inseparable compañera tanto en la sincronizada como en la habitación, está encantada con el aire acondicionado en las habitaciones aunque, como nunca llueve a gusto de todos, está un poco disgustada con la comida del restaurante de la Villa, el mayor de unos Juegos Olímpicos con 27.000 metros cuadrados y una capacidad para atender a 5.000 atletas al mismo tiempo.

“El tema de la comida sí que me ha parecido un poco regular. Normalmente hay más variedad de comida. En Londres 2012 teníamos japonés, árabe o italiano. Ahora es todo muy parecido, no sé muy bien qué comeré estos días”, dice entre risas aunque preocupada por mantenerse en los 52 kilos con los que suele competir. No en vano, reconoce que en Londres los nervios la hicieron bajar de los 50 kilos.

Una preocupación que, de momento, no le ha quitado el sueño a Gemma: “Anoche me comí una pizza y me quedé perfecta”. Eso sí, ambas coinciden que la temperatura en el agua del Centro Acuático María Lenk podría hacerles sufrir en los entrenamientos de los 13 días que todavía faltan para la gran cita del domingo 16 de agosto, día en el que podrían subir al podio por tercera vez en sus respectivas carreras.

ASPIRANDO A LO MÁS ALTO

“El agua está un poco más fría de lo que esperábamos. Nos han dicho que está a 27 grados cuando nosotras siempre entrenamos con 28 o 29 grados. Cuando el entreno es largo se acaba notando, especialmente en los momentos en los que te quedas parado y te pelas de frío”, explica la mayor del dúo quien recuerda, además, que Ona pasó unas anginas hace poco.

Pero más allá de la comida monótona y el frío glacial del invierno carioca, potenciado por el temible aíre acondicionado de la Villa, ambas se mostraban en su primer día ansiosas por conocer las instalaciones y a sus vecinas y rivales. “Solo hemos visto a las japonesas con Masayo Imura”, señala Ona en referencia a la leyenda nipona de la sincronizada y que ha conseguido poner a las orientales en lo más alto de la modalidad junto a Rusia, China y Ucrania

Todo un reto que no asusta ni a la rejuvenecida veterana y a la veterana joven que aspiran a todo en Río 2016. “Las ganas se han multiplicado al llegar aquí. Tenemos dos rutinas muy buenas a lo que se suma nuestra experiencia. Las dos sabemos como va esto y esperamos poder repetir los triunfos divirtiéndonos y bailando en el agua”, sentencia Ona con brillo en los ojos. De momento, a pesar del frío y que la comida no es la mejor en Río 2016, el hambre de medallas no les van a faltar.