Cuatro increíbles minutos que le valieron una ovación. Al judocaPopole Misenga, uno de los 10 atletas refugiados que compiten bajo bandera olímpica en los Juegos de Río 2016,no le hizo falta ganar una medalla para convertirse en el favorito del público brasileño. En la noche del miércoles, los 10.000 espectadores del Carioca Arena 2 pudieron ver como este congoleño de 24 años consiguió plantarle cara al campeón mundial de la categoría -90 kgs, el surcoreano Gwak Dong-Han.

"Durante mi lucha no pensé ni por un segundo que estaba agarrando por el cuello al campeón mundial. Solamente escuchaba el latido de mi corazón, me sentía con una energía increíble", explicó a EL PERIÓDICO cuando todavía se encontraba empapado en sudor por el esfuerzo. Aunque acabó perdiendo por ippon en el último minuto, la perseverancia de Popole dejó boquiabierto a los cariocas.

Durante más de 20 segundos, el africano consiguió resistir y zafarse del ‘Jūji-gatame’ (sumusión consistente en una palanca sobre el codo para provocar la luxación) que Gwak aplicó sobre su brazo derecho. A pesar del intenso dolor, la idea de rendirse jamás pasó por su cabeza.

NUNCA TIRAR LA TOALLA

A lo largo de su vida aprendió que la única manera de sobrevivir era no tirar nunca la toalla. Cuando apenas tenía 9 años, Popole, quien había perdido a su madre un año antes, escapó de las matanzas perpetradas por la milicia M23 en Kisangani, su ciudad natal, y se refugió en lo más profundo de la selva de la República Democrática del Congo. Durante ocho días el niño vagó por los bosques sin agua ni comida hasta que un grupo de soldados lo rescató y le envió a un centro de menores en la capital Kinshasa. Fue ahí, junto a otros huérfanos de la guerra, donde Popole descubrió "el camino de la suavidad", es decir, el judo.

“Yo no tuve una familia para educarme o decirme qué hacer, el judo me enseñó todo lo que sé. El judo es parte de mi vida”, explicó el africano, quien pronto comenzaría a formar parte del equipo nacional congoleño. Sin embargo, su éxito en el deporte de su país no le ayudó a mejorar sus condiciones de vida. Sus entrenadores solían golpearle y encerrarle en una especie de jaula cuando perdía alguna pelea importante. A veces pasaba semanas enteras a base de café y pan. En el 2013, cuando Popole llegó a Río de Janeiro para competir en el Campeonato Mundial de Judo, no dudó en aprovechar su oportunidad.

VIVIENDO EN LAS CALLES DE RÍO

Junto a la judoka Yolanda Mabika, quien también compitió en Río 2016 bajo bandera olímpica en la categoría -70kgs, Popole abandonó el hotel de la delegación congoleña. Sin documentos, dinero o ropa, ambos pasaron varios meses viviendo en las calles de Río hasta queencontraron refugio en la favela de Brás de Pina, una especie de punto de encuentro para los refugiados congoleños en la ‘cidade maravilhosa’. Una condición, la de refugiado político, que también adquirieron gracias a las progresistas políticas de acogida del gobierno brasileño.

A pesar de que su nuevo hogar también estaba marcado por el estigma de la violencia, la del narcotráfico, fue allí donde Popole y Yolanda entraron en contacto con la obra social del Instituto Reaçao, una renegué fundada por el exjudoca bronce en Atenas, Flávio Canto.

“Popole era brutal, como los métodos de entrenamiento en el Congo. Había algo muy hostil dentro de él: cada pelea era un asunto de vida o muerte”, relató Geraldo Bernardes, exentrenador del equipo olímpico brasileño y actual entrenador de Popole y Yolanda, en una entrevista previa a los Juegos. Pero precisamente esa garra es la que aupó a los africanos a lo más alto. El pasado mes de mayo, el Comité Olímpico Internacional (COI) confirmaba a Bernardes que sus dos pupilos participarían en Río 2016 junto a otros ocho atletas refugiados de todo el mundo.

CELEBRIDAD EN LA FAVELA

A partir de que su paso por los Juegos fue breve, únicamente consiguió superar al indio Avtar Singh, Popole guardará siempre en el recuerdo el cariño que le demostró la ‘torcida’ de Río. “No solamente me emocioné al sentir la ovación del público sino que me sentí como un brasileño más”, sonrió Popole quien, por encima de los gritos de la grada, sintió el apoyo de su mujer Fabiana. “Ya soy carioca, mi mujer y mi hija lo son. Es en este lugar del mundo en el que quiero pasar el resto de mi vida”, resumió.

Bromeando sobre una medalla de oro en Tokio 2020 y de cómo sería recibido a su regreso a la favela esa misma noche, Popole admitió haberse convertido en una especie de celebridad del suburbio: "Siempre fui muy querido por mis vecinos pero ahora soy una especie de héroe. Al menos espero haberles hecho sentir orgullosos, se lo merecen tanto como yo”.