Ese es mi deseo. Que los padres y las madres valencianos tengan la libertad de elegir qué educación quieren para sus hijos. Algo tan lógico que no haría falta pedirlo, ni que fuera un deseo para el Año Nuevo. Pero, lamentablemente, me veo en la obligación de hacerlo, puesto que el Botànic ha ido menguando este derecho hasta convertirlo en insignificante.

Las palabras libertad e igualdad escuecen a algunos compañeros de otros partidos. Eso sí, todo mientras no sea su libertad y su igualdad sobre la que estés hablando o la que estés defendiendo. Y es que el sectarismo es ese hilo invisible que une al tripartito y que ha contaminado el único espacio libre que quedaba: las aulas.

En lugar de combatir el suspenso del Informe PISA, construir colegios, poner medidas contra el acoso escolar o dotar de más recursos para una educación inclusiva, el conseller Marzà y compañía se han dedicado a lo que mejor saben hacer, a defender su libertad, la libertad de los políticos presos y la libertad de seguir obligando a los padres a que sus hijos estudien valenciano si quieren aprender mejor y más inglés.

Ese es su 2019, en el que han intentado imponer a padres, alumnos y profesores valencianos sin importarles sus opiniones, quejas y propuestas. Por ello, para este año que empezamos me gustaría recordarles una cita del filósofo Jean-Paul Sartre que dice así: «Mi libertad se termina donde empieza la de los demás».

*Portavoz provincial de Ciudadanos