En el camino de la cuaresma que empezamos hace unos días, el papa Francisco nos propone también este año a toda la Iglesia, las 24 horas para el Señor. Un día entero con el Santísimo Sacramento expuesto y con los sacerdotes disponibles para la celebración del sacramento de la misericordia.

Las 24 horas para el Señor son un momento privilegiado de la cuaresma: el Papa nos propone que adoremos al Señor, realmente presente, con su cuerpo, con su sangre, con toda su humanidad y toda su divinidad. Como si se tratara de una medicina realmente eficaz, somos invitados a la adoración, para que fijando la mirada en Cristo Eucaristía, la vayamos retirando de los ídolos donde tantas veces la posamos. Nos puede suceder también que seamos nosotros los que ocupemos el espacio de Dios en nuestra vida, y quizá haya ocasiones en los que nos adoremos a nosotros mismos: nuestros gustos, nuestras opiniones, nuestras decisiones, nuestros deseos. En la relación con Dios, el hombre es verdaderamente afirmado, pero no por sí mismo sino por él, que lo quiere como un padre quiere a su hijo. Por eso, la adoración a la que nos invita el Papa, puede ser la medicina para que sea el Señor quien sea reconocido como Dios, y nosotros, vivamos como hijos suyos queridos.

Creo que vale la pena caer en la cuenta de un detalle importante: son 24 horas seguidas, sin interrupción: una jornada completa. Se podrá acudir a la adoración durante todas las horas del día.

El Papa espera que esta jornada sea también una ocasión en la que nos acerquemos al sacramento de la confesión. Os invito a todos a programar vuestro tiempo de adoración durante las 24 horas. Especialmente en este momento histórico de «cambio de época» --como lo denomina el Papa--, ahora que la cultura va abandonando los resortes sobre los que se construyó, necesitamos sabernos acompañados por el Señor.

*Obispo de Segorbe-Castellón.