Esta semana se ha celebrado en Bélgica el Campeonato del Mundo de Ciclocross sub-23, que ha quedado marcado por el dramático error de un joven ciclista checo de 19 años, Adama Toupalik, quien en la línea de meta celebró la victoria sin percatarse de que le quedaba una vuelta mas. Su despiste le acabó costando la victoria real, que fue para el belga Eli Iserbyt, y solo pudo ser segundo. Tras la carrera Toupalik confesó ante la prensa que había perdido la cuenta de las vueltas. Así, afirmó: “Fue un error mío. Nunca pensé que me pudiera pasar algo así, soy un idiota, ni mas ni menos, un imbécil”, concluyó visiblemente afectado. Pero el bueno de Adama no solo ha perdido la medalla de oro con la que soñó desde que era júnior, también su autoestima se ha visto afectada, pues es un hecho constatado que un insulto, o el abuso verbal, deja una herida psicológica muy profunda en el individuo, minando su autoestima.

Científicamente se ha demostrado que son necesarios cinco cumplidos más o menos consecutivos para poder borrar las huellas perversas de un insulto, máximo si es un autoinsulto, como es el caso. El impacto del lenguaje es sorprendentemente duradero, ya que el efecto de una palabra displicente es más perversa que los propios hechos e incluso, en ocasiones, que el daño físico. Con afirmaciones positivas podemos reemplazar conceptos negativos mejorando de esa forma la autoestima. H

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)