Los casos de pederastia y abusos a menores siguen salpicando a la Iglesia católica. Después de la catarsis emprendida por el Vaticano con la reciente cumbre, con unos resultados decepcionantes más allá de una vaga asunción de la culpa, se empiezan a conocer otros episodios que esta vez atañen a la Compañía de Jesús y, en concreto, al colegio Sant Ignasi, el de los Jesuitas de Sarrià, en Barcelona. La denuncia planteada por los hermanos Jordi y Oriol de la Mata contra los religiosos Pere Sala y Lluís Tó (este, fallecido, ya había sido condenado por abusos y trasladado a Bolivia en 1992) se suma a los últimos capítulos de este drama que han salido a la luz en los últimos meses, desde el de Montserrat hasta el del sacerdote de Vilobí d’Onyar en Girona. La dirección de la Fundació Jesuïtes Educació, aun siendo precavida, reconoce que los supuestos abusos son «horrorosos y bestiales» y promete una tolerancia cero al mismo tiempo que pide perdón a la sociedad.

Según el relato de los dos hermanos, las circunstancias son ciertamente trágicas y exigen un esclarecimiento a fondo del caso para dilucidar la responsabilidad de los acusados y de la propia Compañía. No puede reescribirse el pasado pero sí emprender medidas radicales para ejercer un profundo examen de conciencia, asunción de la culpa y propósito de rectificación exhaustivo para el futuro. Así lo proclamaron todas las órdenes religiosas del mundo en un comunicado conjunto hace 15 días. Y así debe exigirlo la justicia y la sociedad.