El día 22 de marzo se celebró el Día Mundial de Agua, un día para reflexionar sobre la importancia que el agua y el saneamiento tienen en el desarrollo del mundo y la calidad de vida de las personas, así como su fuerte dependencia con el cambio climático. Los datos son abrumadores, hoy en día todavía 844 millones de personas, una cifra ligeramente mayor que la población de Europa, carecen de un servicio básico de agua y 2100 millones, algo más de la población de América, Europa y Oceanía juntas, tiene un acceso muy restringido o con escasa garantías de suministro y accesibilidad. La falta de agua afecta a más del 40% de la población mundial y se estima que el 50% vive en áreas en riesgo de sufrir escasez de agua en algún periodo del año. Además, si no se actúa en los próximos 30 años, esta cifra podría subir hasta afectar a más de 5000 millones de personas. Hay un dato muy relevador, el 93% de los africanos tienen móvil, pero sólo el 30% puede disfrutar de sanitarios con agua corriente y sólo el 63% puede recibir agua potable de una cañería.

A nivel mundial el 69% del agua extraída y consumida se dedica a la agricultura, aumentado al 90% en algunos países, el 19% se centra en la industria, y sólo el 12% es para el consumo humano. Y la mayor parte de esa agua consumida, en torno al 80%, es devuelta al medio sin haber sido tratada constituyendo una enorme fuente de contaminación.

Uno de los problemas actuales es la voracidad de las grandes explotaciones agrarias en África ya que los enormes recursos hídricos que consumen esquilman acuíferos produciendo problemas de suministro, como ocurre en las riveras de ríos como el Níger, Nilo, Limpopo, Omo, Wami, o Tana. Todo ello está llevando a grandes territorios hacia un horizonte de estrés hídrico insoportable y con consecuencias que pueden ser desastrosas. A esta situación, se añade el agravante producido por los efectos del cambio climático; como la mayor frecuencia de eventos climáticos extremos, con fuertes tormentas capaces de destrozar las infraestructuras, y sequías cada vez mayores que limitarán la disponibilidad de agua.

Por todo esto, el agua está detrás de muchas de las migraciones actuales, así como de algunas de las guerras que se libran en el mundo, siendo considerada un arma poderosa en muchos conflictos. Recientemente en Siria más de 4 millones de personas se quedaron sin agua en Damasco cuando se destruyeron de forma deliberada los canales de agua que abastecen a la población. En Ucrania más de 350000 personas perdieron el suministro de agua por la destrucción de las instalaciones de bombeo de agua.

Por tanto, conseguir el acceso al agua potable en condiciones de seguridad y a un precio asequible, se ha convertido uno de los grandes retos de la humanidad, teniendo especial atención a que las personas más vulnerables no sean excluidos de este acceso, y no se les deje atrás. Desde julio de 2010 la ONU reconoció taxativamente el derecho humano al agua y al saneamiento, remarcando claramente que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos.

ANTE TODAS ESTAS AMENAZAS, la comunidad internacional ha reaccionado, y en 2015 durante la Cumbre del Desarrollo Sostenible de NNUU, se aprobó la Agenda 2030, con la adopción de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que deben regir los esfuerzos de los países para lograr un mundo sostenible en el año 2030. El sexto de estos objetivos insta a garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos. Su implicación más clara es garantizar un servicio de agua potable que llegue a todo el mundo y sea gestionado de forma segura.

Ante el hecho de que pocos países son capaces por sí mismos de aumentar su abastecimiento de agua de forma significativa, bien por problemas de escasez de recursos hídricos o por falta de recursos financieros, hay varios frentes en los que se puede actuar. Actualmente el esfuerzo financiero es insuficiente y sería necesario una inversión de 114.000 millones de dólares anules hasta 2030 para poder alcanzar el sexto ODS creando las infraestructuras necesarias mínimas para los servicios de agua. Sin esa inversión, los costes por las inundaciones, problemas derivados de la falta de salud e higiene y de la escasez de agua, pueden ser superiores a los 550.000 millones de dólares anuales.

Pero también en necesario un mayor esfuerzo en la cooperación, mejorando la transferencia de tecnología y adaptándola a áreas vulnerables, y, sobre todo, formando en uso eficiente y la gestión integrada de los recursos. En muchos países, si se mejora la eficiencia en sectores como la agricultura y se depura y reutiliza el agua de la industria o las ciudades, la disponibilidad de agua crecerá. En otros casos será necesaria una ayuda financiera intensa para crear infraestructuras que permitan generar servicios básicos de agua, en la que habrá que exigir una gran eficiencia en su uso. Por tanto, difícilmente se puede apostar por una gestión hídrica integrada sin una cooperación trasnacional. En este punto es cuando la comunidad internacional ha de implicarse fuertemente para resolver los conflictos que se generen, mediando para que puedan encontrase soluciones adecuadas y equilibradas que velen por el bien común.

¿Y qué podemos hacer en Castellón? En primer lugar, ser conscientes del problema, y tomar medidas adecuadas tanto a nivel local como global, mejorando las infraestructuras, incrementando la reutilización del agua y mejorando la eficiencia de una gestión integral de los recursos que tenemos, sin olvidar ser solidarios con los países más vulnerables. Pero también tenemos la capacidad de realizar cambios a través de nuestros estilos de vida, por ello las campañas de concienciación son imprescindibles, ya que lo que comemos, cómo nos vestimos o lo que compramos tiene una influencia directa en el agua que consumimos.