Querido/a lector/a, a pesar de lo del coronavirus no se me ocurrirá pensar que la sanidad pública española es una mala sanidad. ¡No! Más bien al contrario, la sanidad pública española es una de las mejores que existen en el mundo por ser exuberante, universal, gratuita, etc... Por cierto, si alguien duda, solo tiene que compararla con otras. Incluso, repito, a pesar del coronavirus, también se puede decir que con la aplicación de los avances tecnológicos a la medicina en general y a nuestra sanidad pública en concreto, en el futuro podremos tener más y mejor vida. Y todo esto lo digo sin exagerar, aún sabiendo que en un futuro no muy lejano y con la introducción de la inteligencia artificial, los avances genómicos, la detección precoz, etc., esa sanidad publica podría hacernos amortales. Y digo esa sanidad pública porque parece que la pasta necesaria para avanzar por esos caminos no la tiene un cualquiera y sí el Estado.

La putada es que estas apreciaciones que miran la ciencia ficción pero son presente o están al girar la esquina, conviven en la misma sanidad pública con la falta de médicos (pediatría, urgencias, familia...), con plantillas en precario, con recortes en inversiones y en trabajadores, etc. Además, con el coronavirus se ha visto que mueren sanitarios por no tener la protección adecuada o ancianos por no disponer de residencias medicalizadas.

En definitiva, por lo que hemos visto y sufrido, todo indica que nuestra sanidad pública no es un bien eterno e inmutable y que, por su importancia, reclama una meticulosa gestión que cuide su eficacia y calidad. La cuestión, ahora, es saber si seremos capaces de llegar a un acuerdo de Estado que, mande quien mande, no debilite tan necesaria institución para todos nosotros. No estaría mal asumir ese compromiso en honor de todo y de todos, de lo que ha pasado, de los que se fueron y de los que están.

*Analista político