En su mensaje para la cuaresma, el papa Francisco nos invita a «emprender con celo el camino de la cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración», y nos recuerda que «el hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida». «Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar de nuevo». Una ocasión propicia para ello será la jornada 24 horas para el Señor, a la que el Papa nos invita de nuevo este año celebrando el sacramento de la confesión en un contexto de adoración eucarística.

La adoración eucarística es siempre prolongación de la celebración de la Eucaristía, del sacrificio redentor de Cristo. El Señor se queda y está presente en el pan consagrado, como fuente inagotable del amor que se ha entregado hasta la muerte para el perdón de nuestros pecados.

En la eucaristía contemplamos también el rostro compasivo y misericordioso de Dios. En la adoración eucarística, Dios sale a nuestro encuentro. Con amor paciente y tierno nos indica como a hijos y amigos suyos cuál es el camino para la vida; él nos quiere llevar a la comunión de vida consigo y con los demás. Si somos sinceros, reconoceremos que, por acción o por omisión, nos hemos alejado de él, de su amor y de su camino hacia la vida, que hemos rechazado su amor y su vida con nuestros pecados; si somos humildes reconoceremos con dolor de corazón que estamos necesitamos del abrazo de su perdón y reconciliación. Él nos espera y nos acoge en el sacramento de la confesión para perdonar y olvidar nuestros pecados, para que podamos comenzar de nuevo.

*Obispo de Segorbe-Castellón