Una de las primeras acciones del gobierno de coalición ha sido la declaración de emergencia climática, en la línea que ya habían abordado a nivel local ayuntamientos como los de Barcelona y Madrid y, en el plano internacional, la Unión Europea. Esta declaración de intenciones no solo contiene una voluntad de intervención estatal contra las emisiones de gases de efecto invernadero limitar el incremento de la temperatura del planeta en la perspectiva del 2100 sino también un paquete de medidas (hasta 30) que han de servir para que España, en el plazo de 30 años, consiga desprenderse de la utilización de combustibles fósiles y llegue al objetivo marcado de la llamada «neutralidad climática» en el 2050, el horizonte en el que se mueve la UE. Ser un país con un balance cero de emisiones de gases contaminantes en este periodo es el objetivo principal, para el cual ya se han puesto las bases que han de desarrollarse en los primeros 100 días del gobierno bipartito. Las primeras acciones serán un proyecto de ley que promueva como objetivo alcanzar un sistema eléctrico con un 100% de fuentes renovables; el establecimiento de la progresiva descarbonización del país; la programación de inversiones que hagan frente tanto al impacto del cambio climático como a una transición que tenga en cuenta los factores económicos de la industria afectada; y la convocatoria de una asamblea ciudadana en la cual tengan voz especialmente los jóvenes, al frente de los movimientos de concienciación cívica. La declaración que plantea asumir un futuro con medidas radicales -como la no autorización de nuevas explotaciones de hidrocarburos o de actividades de fracking- o controvertidas -como el control de emisiones en puertos y aeropuertos- es un posicionamiento en regla con aquello que reclaman muchas voces, algunas de las cuales se dan citan estos días en Davos, en la 50ª edición del Foro Económico. Más allá de la conciencia climática, acciones reales. Es uno de los mensajes de Greta Thunberg, en la misma sesión en la que Donald Trump ha asegurado que «hay que olvidar los mensajes apocalípticos», fruto, según el mandatario americano, de «los radicales socialistas que quien destruirnos».

El capitalismo, en el Foro de Davos, intenta reconstruirse. Toma nota del estado del mundo y sabe que es necesario un replanteamiento en la línea de reducir las desigualdades sociales y apostar por una sostenibilidad que exige más participación y multilateralidad, el llamado stakeholder capitalism, lema de esta edición. Aun así, el hecho que la principal potencia alardee del auge de una economía que da la espalda a la emergencia climática y que el sector financiero siga alentando las inversiones en energías fósiles no son precisamente buenas noticias. Son necesarios ajustes urgentes que vayan más allá de la adaptación a los cambios y que apuesten de forma decidida, si aún hay tiempo, por una batalla por el planeta que tiene que ver con una conciencia fiscal más efectiva y con reconversiones que deben ser factibles. Episodios como los incendios de Australia son avisos de lo que está por llegar. Y conviene actuar cuanto antes.