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Alemania ha iniciado el año con una viva polémica por lo sucedido la Nochevieja en Colonia y otras ciudades del país: las numerosas agresiones sexuales -y, en algunos casos, robos- sufridos por mujeres a manos de grupos de hombres. Había precedentes, pero no de la gravedad de este año. Como, además, el jefe de policía de esta ciudad de Renania del Norte-Westfalia ha manifestado que al menos parte de los atacantes tenían apariencia “árabe o del norte de África”, la sombra de la xenofobia no ha tardado en aparecer en un país que el año pasado acogió a casi 1,1 millones de refugiados, un enorme ejercicio de generosidad que a la cancillera Angela Merkel le ha costado duras críticas incluso en su partido.

No debería ser muy relevante el color de la piel de quienes han protagonizado esos viles ataques (en Colonia, más de un millar de hombres), porque el riesgo de encarnar las peores expresiones de la condición humana no es exclusivo de ningún colectivo, como muy bien saben los propios alemanes, víctimas también en el siglo pasado de la vesania criminal del nazismo. Y es muy difícil imaginar que refugiados que han llegado a Alemania tras mil penalidades se entreguen masivamente la noche del 31 de diciembre a tropelías como las relatadas. Más bien, el perfil podría responder al de alemanes de segunda o tercera generación con un déficit de asimilación de los parámetros de conducta occidentales y con exceso de alcohol en Nochevieja. En ese caso adquiriría relevancia la afirmación de Merkel, en el 2010, de que el multiculturalismo “ha fracasado por completo” en la sociedad alemana.

En todo caso, lo acaecido debe tener ahora, como ha anunciado la cancillera, una respuesta policial y judicial, tanto más necesaria dada la pasividad de los cuerpos de seguridad la noche de autos. La dedicación exhaustiva de la policía alemana, estas semanas, a la prevención de atentados yihadistas explica pero no justifica la desatención de delitos tan flagrantes como los de Colonia. El propio ministro del Interior ha formulado ya la correspondiente autocrítica, al igual que la cadena pública de televisión ZDF por no informar debidamente y a tiempo de lo sucedido. La dignidad de la mujer, que es lo que se vulnerado con sucesos como estos, no admite medias tintas, ni en Alemania ni en cualquier otra parte del mundo.