El sector agrario valenciano y, por supuesto el castellonense, atraviesa por uno de los momentos más difíciles que se recuerda. Las organizaciones sectoriales, AVA-Asaja y la Unió de Llauradors i Ramaders, se han reunido con el representante de Gobierno en la Comunitat, Juan Carlos Moragues, para exigir medias urgentes que compensen el año tan desastroso que acaban de sufrir. Las altas temperaturas, las lluvias torrenciales y la sequía han dado la puntilla a una serie de campañas lamentables.

En esta ocasión, también ha participado en la reivindicación el presidente de la Federación de Cooperativas Agrolimentarias, Cirilo Arnandis, que ha destacado la unión de los agricultores en un momento tan delicado y que les aboca al borde del abismo.

Al margen de las demandas puntuales que han realizado al Estado (cambio de módulos, ayudas, créditos...) el problema de la agricultura castellonense, sobre todo la citricultura, es estructural. Todas las temporadas acaban con precios por los suelos para los productores y, por lo tanto, con un abandono paulativo de la superficie cultivable. La guinda de este año ha sido la climatología, pero una y otra vez se acumulan contratiempos que siempre arrastran al eslabón más débil de la cadena: el agricultor.

Tanto por el Ministerio de Agricultura como por la conselleria de ramo, van sucediéndose distintos titulares y de diferente ideología política, pero ninguno de ellos se atreve se situarse al lado del citricultor y a abordar la crisis en toda su magnitud. Isabel García Tejerina y Elena Cebrián ignoran lo que realmente está sucediendo en el campo valenciano y, lo que es peor, parece que no les importa lo más mínino.