Querido/a lector/a, en la gestión de la crisis del coronavirus podemos buscar defectos porque tenemos el derecho y el deber y es una actitud necesaria cuando hay muertes. Aunque no perdamos de vista que no es asunto fácil. Y es que, más allá de la crítica socialmente improductiva, me refiero a la mentira y al puro insulto que no aporta nada, debemos admitir que es algo nuevo, sin experiencias ni medios para tanto y, en consecuencia, con carencias, dudas e improvisaciones. Tanto es así que ninguno de los gobiernos autonómicos (tienen las competencias de sanidad) levantó la mano para avisar.

En mi caso, y aún respaldando el papel del gobierno de P. Sánchez en la gestión de la crisis, siempre tuve exigencias no contempladas. Por ejemplo: me llamaba la atención ver cómo durante cierto tiempo se aplaudían las medidas de Italia pero no se tomaban aquí. O, también, no entendía cómo se demoraba el abrir las puertas de la participación a sectores sociales, económicos y políticos que lo pedían públicamente. O, en última instancia, por qué aún no se habilitan mecanismos que nos ayuden a prevenir crisis que nos llegan con sorpresa y con menos posibilidades. A pesar de todo, repito, cuando todo se tuvo más o menos claro, es evidente y está reconocido por múltiples instituciones internacionales, el gobierno fue valiente en las medidas, transparente y previsor de no dejar fuera (según posibilidades) a ningún sector afectado.

Querido/a lector/a, tal vez por lo dicho, me alegre mogollón de que P. Sánchez y en sede parlamentaria, anunciara la necesidad de un pacto de todos, de Estado, para la reconstrucción de España. Ahora solo falta que esa participación se entienda como la posibilidad de que cada uno de los presentes pueda incidir en el resultado final. Por cierto, son vergonzosas las dudas del PP.

*Analista político