Querido lector/a, hay noticias que aparecen en los medios de comunicación con descaro. Precisamente, esta semana pasada hemos tenido que sufrir una de esas que, por no estar bien resuelta, aún va pululando por ahí como algo impropio de esta época. Me refiero al penúltimo capítulo del Pazo de Meirás, la residencia de verano que el dictador Franco y su familia tienen en el municipio gallego de Sada.

Bueno pues, ahora, parece ser que la familia del fascista le ha cedido a la Fundación Francisco Franco --que es la que vela por la buena memoria del generalísimo--, que se haga cargo de la gestión de las visitas de la gente que quieran ver el pazo. Circunstancia ésta que ha provocado un comunicado de la mencionada fundación en el que deja constancia de que recibe y acepta el encargo con honor y anuncia que lo aprovecharan para demostrar la grandeza de la obra y la figura del tirano, la de un hombre --según dicen los de la fundación-- cuya talla solo es comparable en España a la de Felipe II. ¡Manda huevos! -eso lo digo yo-.

¿Qué les parece? La verdad es que todo esto es un insulto a la dignidad humana, a la política en democracia y a la memoria de quienes aún tienen sus cuerpos en las cunetas. En todo caso, es una desvergüenza ver como el Pazo de Meirás aún es de la familia del déspota cuando es una herencia ilegítima fruto del robo de recursos públicos, subscripciones obligadas… etc. Pero, peor aún es ver cómo existe una fundación para enaltecer a quién provocó un golpe de Estado contra el orden constitucional y una guerra civil con más de 300.000 muertos en los frentes y unos 200.000 ejecutados extrajudicialmente en la retaguardia.

Querido lector/a, la transición llegó donde pudo, pero ya ha pasado suficiente tiempo y existen pruebas para que ese pazo pase a la propiedad pública y se ilegalice esa fundación por hacer apología del terrorismo de Estado y del fascismo.

*Experto en extranjería