Querido/a lector/a, ayer me encontré con un amigo. Al preguntarle por sus hijas me respondió que la pequeña no solo no encuentra trabajo sino que, cuando lo encuentra, lo hace bajo contratos de un mes y con salarios ofensivos. Además, añade que tiene que escuchar aquello tan falso y contra la razón de que no cabe otra posibilidad… etc. Es decir, no solo no tiene trabajo sino que la condenan a la pérdida de ilusión, por no decir a la imposibilidad de buscarse un futuro estable y con esperanza. Al final, me señaló que algo tendríamos que hacer porque aunque el pasado nunca fue un camino de rosas, cuando mirabas el mañana aún veías posibilidades de progreso familiar. Algo que, ahora, no aparece tan fácilmente.

Es verdad: el pasado no fue de vino y miel, pero en el marco de una Europa de postguerra y con una economía expansiva, nuestros padres, y con mucho sacrificio, encontraron trabajo para sus hijos, y algunos hasta estudiaron. Si encima eran gente con vocación política y comprometidas contra la dictadura hasta vieron instalado el sueño de las libertades democráticas. Por lo tanto sentían, en parte, cumplida su pequeña utopía social y familiar, la que sus hijos estuvieran mejor que ellos.

Lo cierto es que ahora, nuestros hijos son almas de otro mundo. Las inhumanas y dominantes políticas neoliberales, las soluciones austericidas a la crisis, los recortes al estado social y a los derechos de los trabajadores, la aplicación de la tecnología en beneficio de minorías y contra del bien común, el intento de hacer creer que solo hay una solución y esta prohibido pensar… esta sirviendo para que en el momento de más posibilidades y conocimiento, nuestros hijos, la mayoría social, no vea el mañana con garantías de que sea mejor que el de sus padres.

Querido/a lector/a, como decía mi amigo, algo tendremos que hacer. Posiblemente, entender que con la indignación no es suficiente.

*Analista político