Querido/a lector/a, he leído un artículo en el que una conocida periodista explica por qué la gente odia a Pablo Iglesias , el coleta , el de Podemos. Artículo que me ha obligado a pararme y pensarlo, aun sabiendo que eso del odio a la gente, en general, suele ser algo incierto y exagerado. Pero, también es verdad, porque día a día lo constato, que algunas personas lo odian hasta el extremo de que oír su nombre les hace sentir una clara y absoluta antipatía y aversión. Incluso, es posible, que algunos hasta le deseen el mal.

No obstante, considero, y por eso escribo este corto, que la acreditada periodista se equivoca. Y es que, según mi criterio, entre los argumentos que utiliza (vinculados casi todos a la ambición e inexperiencia institucional de Podemos e Iglesias) se puede justificar alguna crítica razonable y compartida por todos (nunca odio), pero no existe el que en mi opinión provoca, de verdad y entre cierta gente y capas sociales pudientes, una desmesurada y poco ética y democrática indignación. Me refiero, que es después de que Pablo Iglesias y Podemos corrigen actitudes infantiles y de novatos y se dan cuenta de que su valor y utilidad social es mayor al incidir en el poder político, cuando colaboran en que Pedro Sánchez forme gobierno y se acepta ser parte de ese Gobierno al tiempo que se habla de aumento de impuestos a ciertas clases sociales, de corregir la reforma laboral, la mejora del salario mínimo..., cuando la simpatía que en un principio podía provocar un movimiento que resta votos y debilita al PSOE se transforma en odio. Circunstancia que, dicho sea, no la sufrió Carrillo ni Anguita porque con pocos diputados y con un Felipe González en el Gobierno que no quería saber nada del PCE ni de otras izquierdas, nunca tuvieron la oportunidad de incidir de forma determinante en la política ni de que, por eso, se les odiara. H

*Analista político