Estados Unidos libra una batalla con China mientras el resto del mundo contiene el aliento. El temor a una recesión mundial toma forma a medida que los indicadores económicos recogen las primeras reacciones a la guerra comercial entre las dos superpotencias. El mal dato del PIB alemán (el PIB se contrajo el 0,1% en el segundo trimestre) fue una de las señales de alarma más notables, pero no es la única. Las bolsas, incluido el Ibex 35, pierden las ganancias acumuladas del año, y la deuda soberana apenas ofrece rentabilidad. Igual de preocupante es algo más difícil de mesurar en cifras, pero que afecta de manera directa a la economía: la falta de confianza. En el escenario actual, sin una solución negociada entre Pekín y Washington a la vista, es lógico que las inversiones se retrasen o incluso se cancelen y que el comercio en general se verá afectado. Cabe pensar que no habrá una afectación líneal, y que algunos países y sectores (los más exportadores) se verán más damnificados que otros, pero lo que es seguro es que nada será igual si el conflicto se recrudece.

Algunos países ya están preparando planes de estímulo en caso de que la situación económica empeore. El Banco Central Europeo (BCE) podría verse empujado a una bajada de tipos y a otras medidas, como reactivar la compra de deuda, para impulsar la economía. De momento, sin embargo, todos restan a la espera del desarrollo de los acontecimientos, en un impasse incómodo.

En toda guerra, y esta no lo es menos, los gestos son importantes. Las declaraciones encendidas de tono de Donald Trump también hay que interpretarlas en clave interna, en un país que ya ha empezado a calentar motores para la carrera electoral de las presidenciales del 2020. El presidente estadounidense también amagó con una guerra comercial con la Unión Europea.

Sin embargo, tanto Estados Unidos como China conocen los efectos que puede acarrear una escalada arancelaria en sus propias economías y mantienen su voluntad de llegar a un acuerdo. El bloqueo actual no da lugar al optimismo, si bien es cierto que ni Donald Trump ni su homólogo chino, Xi Jinping, han dado por completamente rotas las negociaciones. A ambos países, fuertemente interdependientes, les conviene rebajar la tensión. Al resto de países del mundo, también. En cualquier caso, el proceso es muy complejo y se aventura un conflicto largo y de incierta resolución.