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La intranquilidad que hace unos meses empezaron a mostrar la economía y las finanzas internacionales por la confluencia de varios factores negativos (debilitamiento de China y países emergentes, hundimiento del precio del petróleo, enquistamiento del déficit...) se ha convertido ya en abierto nerviosismo. Según los expertos más pesimistas, una nueva recesión no solo es posible sino probable, y el acusado descenso de las bolsas de todo el mundo en lo que va de año lo anticipa. Sin embargo, parece difícil que haya un cataclismo con efecto dominó internacional como el del 2008. Entonces demasiados bancos eran auténticos gigantes con pies de barro, una situación que todo indica que no se da hoy. Hasta donde se sabe, la mayor parte de las entidades financieras han saneado sus balances, pero ahora muchas sufren en lo que es la clave del negocio: el margen entre lo que pagan por reclutar dinero y lo que cobran por prestarlo. El efectivo que ponen en circulación los bancos centrales es barato pero no hay tanta actividad solvente que financiar. Según los analistas, lo que hay que valorar es que la economía productiva mundial crece, síntoma, subrayan, de que las bases de la recuperación son sanas. Es de esperar que sea así, porque en países como España una nueva recesión sería catastrófica.