El analfabetismo emocional hace referencia a la incapacidad para conectar y manejar nuestras emociones y, por ende, para comprender y aceptar las emociones de los otros. Se asegura que la alfabetización emocional es la segunda revolución del saber básico. La primera fue cuando se consideraba analfabeto al que no sabía leer ni escribir. Hoy en día, eso no es suficiente, por lo que se utiliza este concepto para hacer referencia a las personas que se muestran incapaces de controlar sus emociones.

Se puede decir que todos nacemos de alguna manera analfabetos en este aspecto y que, en primera instancia, es en los padres en los que recae la responsabilidad de educar a sus hijos en este sentido. Y esto es así porque los niños asimilan ese aprendizaje a partir de su entorno y de la relación con los demás y, evidentemente, para poder educar a los niños en cuanto al manejo de sus emociones, es importante que los padres (mediante el ejemplo) sean los primeros en hacerlo. Así, si los padres son alegres, cariñosos y respetuosos, el hijo lo tomará como un referente y lo imitará. Una segunda forma de desarrollar la inteligencia emocional es a través del contacto físico. Las caricias, los besos y abrazos son indispensables para los niños pues esa cercanía los hace sentir seguros y confiados. Se cree que los analfabetos emocionales son una consecuencia del estilo de vida occidental y de la sociedad altamente tecnológica. Quizás sea así, pues ya se sabe que suplantar la interacción humana por la interacción tecnológica no es una buena cosa. Pero seguro que la inmediatez con la que vivimos nos brinda tan poco tiempo para reflexionar como personas y aprender a conocernos que terminamos estableciendo relaciones superficiales tanto con los otros como con nosotros mismos.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)