El Camp Nou cerró la temporada con toda la carga emocional posible por el adiós del gran capitán, Andrés Iniesta. Como ya ocurrió con Puyol, Valdés o Xavi, el club va perdiendo a protagonistas indiscutibles de las mejores páginas de su historia. La despedida del niño que llegó de Fuentealbilla hace 22 años para instalarse en la Masia ha sido la nota más emotiva de la temporada del octavo doblete del FC Barcelona. El Barça cierra balance de un ejercicio que merece una nota excelente, con el éxito incontestable en la Liga y la Copa, que solo empañó una noche aciaga en Roma. Cuando la Champions parecía un objetivo cada día más cercano, un inesperado batacazo lo echó por tierra. Pero el equipo se rehizo inmediatamente demostrando que solo fue un negro paréntesis en una sólida trayectoria.

El primer año de Ernesto Valverde, por lo tanto, ha borrado de un plumazo el recuerdo del último de Luis Enrique. Pero el técnico ha certificado que las exigencias son las máximas en el club azulgrana y por ello debe emprenderse lo que él mismo ha llamado buscar «retoques de calidad». No ha lugar a una revolución en una plantilla bicampeona, pero sí es preciso hacer ajustes para seguir siendo competitivos al máximo nivel. La marcha de Iniesta obligará, por ejemplo, a rediseñar el centro del campo en mayor o menor medida. Aunque la incorporación más sonada será, con toda probabilidad, la del francés Antoine Griezmann.