Querida lectora, comienza el año 2018 y es momento de hacer un pequeño balance del pasado año. La economía crece a un ritmo del 3% y el Índice de Precios al Consumo (IPC) se ha situado en un 1,2% en términos interanuales. Mientras tanto, las pensiones únicamente suben un escueto 0,25%, lo que hace perder poder adquisitivo a nuestros pensionistas. Desde esta tribuna saludamos el acuerdo para la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) de un 4% y que concluirá en 2020 con una reivindicación de las CCOO, lo que significará situarlo en el 60% de la media de los salarios del Estado, pero vinculado dentro de un marco de acuerdos más amplio en el dialogo social y la negociación colectiva.

Desde el Gobierno de Mariano Rajoy y algunas instituciones y organismos poco sospechosas de avanzar y progresar de la mano de la mayoría social, se ha construido un falso relato triunfalista en torno a la situación de la economía y su supuesta recuperación, obviando la clave de bóveda de un sistema que no termina de funcionar, como es la protección y el estado social. En este sentido la balanza cae del lado de los poderosos, sin dudas.

Creo que los niveles de mercantilización de la vida, en el amplío sentido de la palabra, avanzan de forma desmesurada, y apenas nos da tiempo a recuperarnos y reflexionar entre eventos neoliberales, como son el Black Friday, Hallowen, El día de los enamorados, etc., que giran todos ellos en torno a un consumismo feroz.

Por eso a nivel social, el balance que podemos hacer no es positivo. Aunque algunos se empeñen en agitar la bandera de la recuperación, todavía no hemos salido de la crisis-estafa en percepción de la mayoría social. La tasa de desempleo es inaceptable para un país como el nuestro, donde la estabilidad del empleo ha dado paso a la incerteza de los contratos temporales y parciales. Es necesario recordar que el elemento nuclear de la política neoliberal se ha basado en un ataque brutal a la negociación colectiva, a los sindicatos de clase, una constante devaluación salarial, y un empeoramiento de las condiciones sociolaborales. Todo ello se traslada en una injusta redistribución de la renta y un empobrecimiento de la clase trabajadora.

Seguimos padeciendo las recetas que provienen de los gurús de la economía al servicio del capital, como son la austeridad y las políticas fiscales regresivas. Seguimos sufriendo en materia educativa, con la imposición de la LOMCE, acompañada de una inversión insuficiente para garantizar una educación de calidad, laica, inclusiva y universal, que en estos momentos se viste con unas ratios desproporcionadas profesor-alumno y unas condiciones de trabajo atenuadas para nuestros docentes.

Del mismo modo, nuestra sanidad pública sigue acarreando con las consecuencias de la fuerte pérdida de empleo, el endurecimiento de las condiciones de nuestros profesionales sanitarios y una inexistente apuesta por la investigación e innovación. Todo ello se traslada a la ciudadanía, con unas listas de espera insoportables, unas urgencias con unas salas masificadas y la implementación de copagos, repagos, o en lenguaje neoliberal, tickets moderadores en medicamentos y tratamientos.

Asimismo, nos generan la duda sobre el mantenimiento de nuestras pensiones, tanto presentes como futuras (por otra parte completamente devaluadas en los últimos años), inculcándonos la cultura del miedo con el vaciamiento del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, más conocido por la Hucha de las pensiones y engendrando así un inmovilismo social por temor a perderlas. Y que decir de la Ley de Dependencia, que cumple recientemente 11 años y sigue padeciendo unos deficientes niveles en cuanto a las aportaciones sociales estatales para desarrollarla.

Por tanto y en definitiva, un exacerbado adelgazamiento del Estado Social, a través de la reducción del gasto público, que está muy por debajo de la media de los países de la Unión Europea, escoltado de una estrategia de privatización de los servicios públicos y sectores estratégicos, generan una brecha social cada vez más amplia, aumentando la tasa de pobreza y el riesgo de exclusión social. Con estos mimbres, pocas cestas, y momentáneamente la balanza cae sobre el lado de las minorías privilegiadas y los poderosos. Las Comisiones Obreras, como sindicato de clase y tras el último Congreso Confederal, hemos pasado a la ofensiva para revertir esta situación de desigualdad e injusticia, desde la propuesta sindical y sociopolítica.

En conclusión, el balance social no puede ser bueno por culpa de un Gobierno Estatal que da la espalda a sus ciudadanos, y quizás, juntas y sumando sinergias con otras fuerzas progresistas, podamos combatir estas políticas y hacer que la balanza cambie de bando. Mientras tanto, como decía José Luis Sampedro, «en vez de productividad, propongo vitalidad; en vez de competitividad, propongo cooperación, y frente a esa innovación que consiste en inventar cosas para venderlas, propongo creación». Feliz 2018.

*Responsable de Organización CCOO Comarques del Nord