Cervantes dijo aquello de «allí donde fueres haz lo que vieres». Sin duda, se refiere al respeto por los usos y costumbres de toda sociedad distinta que te acoja. O tal vez pueda evocar también a una mimetización para no causar rechazos. Pero no es menos cierto que la mejor versión del respeto debe atender la reciprocidad. El respeto es un camino de dos direcciones. Un camino de tolerancia, creatividad y crecimiento mutuo. Este fin de semana, la comunidad china ha celebrado la Fiesta de la Primavera o Año Nuevo Chino. Se trata de su conmemoración o ritual más importante y, paulatinamente, va cobrando mayor relevancia en nuestras ciudades. No en vano, nuestra demografía obedece cada vez más a un patrón multicultural.

Conocer al otro, sus hitos y referencias culturales, es la mayor operación de tolerancia e integración posible. Así pues, quizá uno de los retos más importantes de nuestro siglo XXI será lograr el equilibrio entre la perduración de las culturas autóctonas y el enriquecimiento de las mezclas y contactos. Así ha sucedido en la historia siempre que la humanidad ha dado pasos cualitativos hacia delante. Ya sabemos cuál ha sido el resultado cuando las diferencias se han resuelto desde el odio o la desconfianza. Sin duda, resortes que brotan de la ignorancia en estado puro. El conocimiento de los mejores valores del otro es el antídoto que nunca puede fallar.

ESTA ES LA LECCIÓN que nos sigue ofreciendo recordar el significado de la legendaria Ruta de la Seda. Desde Xian, su kilómetro cero, hasta València y su Lonja de Mercaderes de la Seda (y no solo hasta la Venecia de Marco Polo). Esta ruta conectó dos mundos. En las caravanas viajaban personas, mercancías, saberes, credos, ideas y visiones dispares de la vida.

De oriente nos llegó el arroz, la seda, la porcelana, la pólvora, la chufa, especias, etc. No es una ironía, sino un legado gratificante de la historia que hoy sean la base de gran parte de nuestros iconos y símbolos gastronómicos, festivos e identitarios.

El mundo no ha dejado de cambiar y el futuro, más allá de las tensiones proteccionistas y egocéntricas, seguirá levantando acta de grandes migraciones. No es un mal negocio (ni a nivel económico ni humanístico) adivinar urbes y sociedades cosmopolitas donde la diversidad de razas y culturas convivan respetándose en armonía, evolucionando juntas todos ellas.

Visibilizar las manifestaciones de las grandes culturas que han aportado valores positivos para la humanidad es perfectamente compatible con la preservación y exaltación de la personalidad propia de cada territorio en cuestión. Una personalidad como la nuestra, además, ligada a la hospitalidad mediterránea.

SOMOS UN TERRITORIO afortunado porque, desde la conciencia de nuestros valores culturales genuinos y auténticos, podemos y debemos cultivar un modelo de integración que refuerce todavía más nuestro perfil diferencial: ser una sociedad abierta es ser una sociedad culta y avanzada, ajena al estancamiento. Ese es el gran desafío por delante en este mundo en el que todo seguirá cambiando y más deprisa que nunca.

*Secretario autonómico de Turismo