Quiero volver a decirte que, desde el primer verano que estuve contigo en busca del humo de los barcos, recogiditos en este lugar privilegiado a la orilla del mar, en la bahía entre la torre de San Vicente y el hotel Voramar, nos vamos contando algunos datos que se nos aparecen sobre las antiguas villas, aquellas que nacieron a finales de 1800. Este enclave ya fue pronto denominado como la Almadraba, por cuestiones de localización de un lugar que cumplía los trabajos y esfuerzos a que obliga el mar cuando se quiere aprovechar la pesca de atún y porque, en el fondo, este es un título de potente sonido y satisfacción para quienes en su entorno vivimos unos meses al año.

Hace ya un tiempo, la Conselleria de Infraestructuras y Transportes, lanzó una publicación que mucho se consulta en las bibliotecas del mar, a renglón seguido de la consulta a la obra del historiador Pascual Madoz, el Diccionario Geográfico-Histórico, desde cuyas hojas apareció por primera vez la expresión Olla de Benicàssim, referida a nuestra bahía. Y esta descripción:

“En un llano cerca de la playa del mar sobre el camino general de Valencia a Barcelona, al pie de una colina, de alegre cielo y de clima tan templado que casi ningún invierno nieva y que solamente en el cambio estacional se desarrollan algunas calenturas y pocas intermitencias, se encuentra Benicàssim. Cuenta con 47 casas --el libro fue publicado en 1850--, y son sus patrones Santo Tomás de Villanueva y Santa Águeda, en un paraje ventilado, donde está situado su cementerio”.

También habla Madoz y esto nos sirve hoy para situar al lector primerizo, que ya le llamaba la atención el contemplar las ruinas de un cercano antiguo castillo, llamado de Montornés, sobre la cima de un cerro y, cerca de él, vestigios de remota población. Asimismo cita una iglesia que fue convento de Carmelitas, sito en lo más alto del llamado Desiertos de las Palmas. El historiador hace mención de La Parreta y pone de nuevo el acento en dejar claro que se llamó Olla de Benicàssim, como único abrigo para navegantes, de casi toda la cornisa marina desde el puerto de Aldaques hasta la mismísima Valencia.

Es curioso que cuando el historiador Madoz escribió esto que he ido contando apareció también un escrito de un vecino llamado Joaquín Tárrega, natural y vecino de Castellón, en el que con toda naturalidad y lógica administrativa pide al Ministerio de Fomento que se establezcan las condiciones necesarias para la creación de una estación o lugar apropiado para la creación de una línea de ferrocarril capaz de unir la ciudad de Castellón con la llamada Olla de Benicàssim. Estación para ir y para volver…

Es decir, que, en nuestro tiempo, cuando mucho han escrito José Quereda o Vicent Ortells desde la UJI, cuando Juan Peris Torner ha ganado un Premio Ciudad de Castellón sobre el tema o el mismo profesor de Benicàssim Tárrega Latorre ha hablado a sus alumnos sobre ello, el humo de los barcos me obliga a recordarlo sobre la orilla del mar. Del mar de la Olla. H