En la antigua Roma había un senador llamado Casio , muy apreciado por su sabiduría y prudencia, que se acababa de divorciar de su esposa Elena . Ella estaba considerada como la mujer más guapa del imperio y, además, era una de las más ricas. Nadie entendía que alguien tan inteligente como Casio pudiera cometer la torpeza de separarse de aquella extraordinaria mujer.

Un día, Casio sorprendió a sus amigos haciendo comentarios jocosos sobre él y sobre la estupidez que había hecho al separarse. Llevado por la prudencia, Casio se acercó a uno de ellos y le dio su sandalia preguntándole su opinión sobre ella. El amigo, confundido, comentó que era la mejor sandalia que había visto nunca. Con una piel de primera, una extraordinaria hebilla de oro y un cosido perfecto. Es así, contestó Casio, mientras le preguntaba que si solo con la visión de la sandalia podía decirle en qué punto le molestaba al andar. Por lo visto, aquella aparentemente perfecta sandalia era incómoda para caminar.

Lo que el Senador quiso explicar a sus amigos es que lo que se observa a simple vista, en apariencia, no necesariamente debe corresponderse con la realidad.

Y es que, a pesar de que todos sabemos que las apariencias engañan, tenemos por costumbre juzgar a las personas por el exterior, sin esperar a profundizar en el conocimiento de las mismas.

Tanto es así que una investigación ha demostrado que, en un tribunal, a la hora de condenar a los acusados, el jurado suele mostrar más indulgencia con las personas físicamente mas atractivas, aunque hayan cometido el mismo crimen que otras que no lo son. Esta tendencia, tan incoherente como real, conocida como efecto halo , hace que la imagen de una persona la basemos en un rasgo.

En definitiva, se nos nubla el juicio por el aspecto de una persona, pudiendo ser engañados por su apariencia, sobre todo si ésta cuenta con algún tipo de característica especial. H

*Psicólogo clínico

( www.carloshidalgo.es )