En el tiempo en que nos ha tocado vivir, se ha vuelto de vital importancia fomentar el compañerismo para mejorar la productividad, promoviendo así una sana relación entre los compañeros de trabajo.

Durante años, las culturas indígenas han contemplado la naturaleza como si fuera un escaparate, para poder aprender de ella. Así, observando cómo vuelan los gansos, cuando realizan las migraciones, han descubierto que cada vez que un ganso bate sus alas produce una corriente de aire que ayuda al pájaro que le sigue. Volando en una formación tipo V, el grupo aumenta el rango de vuelo en un 70%, con respecto a la distancia que podría volar si se hiciera de manera individual.

De aquí podemos concluir que, si las personas buscan un mismo fin, con el empuje y apoyo de todo el grupo, se puede llegar más rápido y fácil al objetivo.

Los gansos emiten un característico trompeteo, producido sólo por los que van en la cola, como forma de aliento a los que van delante, para que mantengan la velocidad. En cualquier grupo humano donde se advierte el apoyo por parte de los demás, la producción siempre es mayor.

Cuando el ganso líder se cansa, deja el puesto y se queda atrás de la formación, siendo otro ganso quien se pone a la cabeza. De ello podemos aprender, pues, que resulta necesario turnarse para poder llevar a cabo las tareas difíciles y compartir el liderazgo.

Cuando un ganso enferma o es herido por un disparo, dos gansos se salen de la formación y bajan para ayudarlo. Permanecen con él hasta que pueda volver a volar o hasta que muera. Después, ellos viajarán solos para integrarse a su bandada original o a otra formación. Toda una lección de sensatez y de solidaridad.

Siempre deberíamos mantenernos unidos, no solo en tiempos de bonanza y ventura, sino también durante los aprietos y las dificultades que la pandemia del coronavirus está provocando. H

*Psicólogo clínico

( www.carloshidalgo.es )