Esta crisis ha marcado sin precedentes este curso y el inicio del próximo. Hemos pasado, en menos de dos meses, de la educación presencial, los abrazos a los compañeros y los juegos sociales en el recreo a la educación on line, abrazos virtuales y juegos en soledad. Son días difíciles y de incertidumbre, donde el alumnado y profesorado se han tenido que adaptar a una nueva realidad, con más preguntas que respuestas por la indecisión del Gobierno estatal y autonómico.

¿Quién diría que el uso de internet y de plataformas on line iba a suponer un problema? La gran mayoría vivimos en un entorno digital, en el cual dominamos a la perfección tanto las TICS como las diferentes aplicaciones móviles. Podríamos decir, sin riesgo a equivocarnos, que estamos a la última. Sin embargo este virus nos ha demostrado que hay otra realidad y no es oro todo lo que reluce. La brecha digital no solo invade las casas de los más vulnerables, del mundo rural o de los mayores, sino también de las empresas, y lo más preocupante, de la propia Administración. Quienes tienen que dar ejemplo, no han estado a la altura.

El aterrizaje forzoso del teletrabajo ha destapado las carencias de nuestro sistema. También y especialmente del educativo. La Ley Orgánica de Educación de 2006 incorporó la adquisición de la competencia digital en el currículum. 14 años después dar una clase virtual se ha convertido en un vía crucis. Ni el PP ni el Botànic se han preocupado por cumplir e invertir lo suficiente en tecnología y formación en estos años. De aquellos polvos, estos lodos.

Desde Cs, no obstante, esperamos que nos sirva de lección. Porque no hay mal que por bien no venga.

*Diputada autonómica y portavoz provincial de Ciudadanos