Un manifiesto firmado por numerosos artistas de distintas disciplinas ha lanzado un grito de alerta contra la amenaza para la libertad de expresión que suponen algunas de las primeras decisiones de ayuntamientos gobernados por coaliciones de derechas. Las primeras señales inquietantes han surgido en el Ayuntamiento de Oviedo, donde cayeron de la programación 21 conciertos apalabrados con artistas como Rozalén, Rayden o Luz Casal, y en el de Madrid, donde han topado con vetos por razón de su posicionamiento políticos los cantautores Luis y Pedro Pastor y el grupo Def Con Dos. El Partido Popular de Madrid ha emitido mensajes contradictorios, aunque vistas sus primeras decisiones cabe sospechar que quizás sea más sincero el mensaje del propio grupo municipal que anunciaba el final de los contratos a «grupos afines a Podemos» que los apresurados desmentidos posteriores.

Aunque hayan quedado en evidencia estos súbitos cambios de criterio en la contratación de artistas tras los relevos en varios gobiernos municipales ocupados ahora por PP y Cs con la vigilante mirada de la ultraderecha sobre sus hombros, es cierto que muchos más vetos no explicitados pero no por ello menos efectivos han dejado fuera de juego a numerosos artistas en distintos momentos y lugares. Y quizá sigan haciéndolo de forma más sorda y menos evidente en el futuro, en un momento en que fuerzas como Vox animan a un discurso revanchista contra el legado de los gobiernos municipales de progreso y en un contexto en que músicos, artistas plásticos o humoristas están en el punto de mira político, judicial y de las redes. Pero los criterios de exclusión o elección en función de la existencia o no de determinada afinidad política son incompatibles con cualquier política cultural digna de este nombre desde una institución democrática.

Ha coincidido en el tiempo la cancelación de la actuación de C. Tangana en las fiestas de Bilbao, municipio gobernado en este caso por un alcalde del PNV. En este caso, el conocido rapero madrileño ha sido excluido del programa tras una campaña que reclamaba que no se le contratase por sus letras «machistas y despectivas» hacia la mujer. La libertad de expresión es un valor a proteger tanto para el creador cuestionado como para quienes se sienten legítimamente ofendidos y quieren expresar su discrepancia. Y que solo puede ceder ante el imperativo de plantar cara a los mensajes que de forma clara inciten al odio por motivos de raza, género, opción sexual, ideología, o creencias religiosas.